
El uso del pasado
A propósito de si México tiene región alguna con condiciones para copiar el Valle del Silicio, convienen algunas reflexiones basadas en la historia.
El Valle del Silicio, VS, al sur de San Francisco, por el valle de San José, no se puede copiar nomás así, hay historia.
Un breve repaso nos lleva a las dos últimas décadas del siglo XIX, cuando Stanford pierde a su hijo y decide fundar una universidad privada con enfoque en ingeniería y desarrollo tecnológico (aún no se acuñaba el término innovación).
Aquí es pertinente citar que entonces en México se discutía, dados los incipientes tramos de ferrocarril, si debía incrementarse los pocos miles de kilómetros o no -EUA ya tenía decenas de miles de kilómetros de ferrovías-.
Algunos apoyaban que los EUA o Inglaterra invirtieran en ferrocarriles, otros no con le argumento que sería pérdida de la soberanía nacional (cualquier semejanza con nuestros días no es coincidencia, es idiosincrasia); total que no dejaban invertir a capitales extranjeros, ni los nacionales invertían en ello.
Desde entonces, lo relevante para el VS sucede en la carrera armamentista en la segunda guerra mundial, como, por ejemplo, el desarrollo de la radio y el cambio tecnológico del uso de semiconductores para sustituir a los tiristores; hechos fortalecidos al final de la segunda guerra mundial por la carrera aeroespacial.
Mientras que las universidades de la costa este norteamericana reciben cantidades impresionantes de financiamiento público para la carrera detonada por el satélite ruso Sputnik y la creación de la NASA, Stanford apenas logra unas decenas de miles de dólares.
La estrategia cambió, en coincidencia con algunas iniciativas y atracción de profesionales de lo que ahora llamamos Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, sucede el impulso que la Universidad de Stanford otorga a talentos para la creación de empresas, y desde ahí la búsqueda de recursos de la NASA, los recursos públicos para las empresas no para Stanford.
La sustitución de semiconductores caros y menos abundantes, Germanio y otros, por Silicio, da nombre al sur de San Francisco, allá por Palo Alto y el valle de San José; el uso médico, entre otros, de la fibra óptica; la fundación de empresas a mediados del siglo XX, dedicadas a la informática y fabricación de computadoras; y otras características, como la recepción de migrantes a la zona y una profunda resiliencia de los individuos, son expresiones del origen del VS, está en sus genes.
Entretanto, ya entrado el Siglo XXI, a más de siglo y medio de la fundación da Stanford, México no tiene una política propia de recepción de migrantes, una que privilegie captar talentos; más allá de la circunstancial a unas cuantas personas desde Afganistán, bienvenidas, por cierto; aquí el punto específico es que no hay una política sistemática para ello.
Tampoco hay una política pública desde CONACYT para impulsar el talento nacional; que es muy bien visto en otras naciones.
Ahora mismo, las universidades privadas son atacadas por quien debía propiciar e impulsar la innovación; el CONACYT, pues, eso en lugar de promover la creación de empresas o la vinculación entre éstas y los CPIS o las universidades públicas.
No hay una política pública clara, ni en los estados ni en la federación … preciso que, aunque hay una política absurda y retrógrada muy clara, me refiero a una política clara para propiciar e impulsar condiciones donde la CTI se enfoque en un mercado.
Las universidades públicas mexicanas están cautivas de la financiación federal; quienes, me dicen, son presionadas mas para registrar la asistencia de profesores y alumnos que para promover el talento y capacidades de competitividad global.
Los CPIS están congelados, sus directivos tiemblan si tienen una opinión diferente a la directriz desde Insurgentes Sur; sin libertad de pensamiento, no hay prosperidad ni competitividad.
Crear condiciones al estilo del VS requiere un cambio profundo, diferente al actual, tómenlo en cuenta gobernadores electos.