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Reforma en el bachillerato, un paso hacia la modernización educativa
Dentro del mar de información sobre la pandemia SARS-COV-2 se ha hecho saber que el mundo, mas bien algunos países, se hallan ya en pruebas avanzadas para una vacuna a COVID-19.
A pesar que en México hay alguna capacidad instalada para ello, los esfuerzos no han sido sostenidos ni apoyados por la federación.
CONACYT ha preferido maquilar respiradores, al menos es lo que ha anunciado, con todas las dificultades que ello significa: Desde proveeduría de componentes en el contexto de asilamiento pandémico, pasando por los requerimientos de certificación médica y línea de producción en masa, hasta la propiedad intelectual, que no se sabe si será pagada como licencia o bajo qué figura se reproducirán tales aparatos
El Gobierno de México ha hecho saber de un acuerdo internacional, como participante, para tales pruebas. Se ha dejado entrever que ese acuerdo implicó, según nos dijo el canciller mexicano, una erogación para participar en tal desarrollo.
Está claro que el esfuerzo para esta pandemia, como alguna otra que hubiere, debe ser global. Lo que no está tan claro es el nivel de dependencia en ciencia, tecnología e innovación, CTI, que para México significa tal acuerdo.
Así que México debe participar, pero sería mejor de manera proactiva, en el diseño de las vacunas, incluso una propia; lo que no dejaría duda alguna sobre la autoría y propiedad del desarrollo en CTI.
Es decir, el diseño, los procesos y el desarrollo de vacunas y medicamentos son susceptibles de protección industrial por patentes.
Esto significa que, por un lado, hay inventores, cuyo derecho de autoría es inalienable; cosa que puede involucrar alguna participación por beneficio de la invención. Por el otro lado, hay derechos en la entidad, ya persona física ya jurídica, propietaria de la patente: Derechos de comercialización, licenciamiento de producción, etcétera.
Luego, si México no ha colocado su talento en CTI, recursos humanos y físicos, sino sólo recursos financieros, ¿cómo será nuestra participación, mediante licencia o sólo ha sido altruismo mexicano al orbe?
¿Qué sucederá si la vacuna que funcione es desarrollada por otra entidad, diferente de aquella con la que México ha convenido?
Entre otras, esas preguntas, sin respuesta clara aun, abren una ventana a la realidad siguiente: Es alta la probabilidad de una dependencia tecnológica en esta vacuna.
Así ha sucedido con las vacunas para H1N1, VPH y mas. No perdamos de vista que T-MEC incluye fuertes revisiones y cuidados sobre la propiedad industrial. Quizá nuevamente podamos maquilar las vacunas, venderlas y comercializarlas, pero será como parte de una licencia no como propiedad.
En el mundo es muy frecuente que un licenciamiento permita maquila, comercialización, distribución y algunas otras opciones. Ese no es el problema, el problema tiene dos componentes.
La primera componente.
Sin desarrollo CTI propio, que implique generación de conocimiento y llegue al registro de propiedad industrial, así como su colocación en mercado, se fortalece una dependencia.
Esto ya nos sucede con diversos dispositivos tecnológicos: automóviles, electrónica, telecomunicaciones, biomedicina, alimentos, vacunas y mucho mas. Incluso con la protección por derechos de autor en aplicativos en dispositivos móviles y software para ingeniería y cálculos certificables.
Somos consumidores de tecnología en redes y plataformas de entretenimiento; a lo mas, tenemos producción de contenidos en series y como youtuber. Esa industria si coloca productos, pero a la CTI no la han dejado crecer para ello; ni antes ni ahora.
Quien maquila lleva parte de la utilidad, cierto. Pero la sostenibilidad del negocio depende de los desarrollos futuros de terceros y de las condiciones de negociación. Se limita la autonomía, se compromete la sustentabilidad.
La segunda componente.
Cuando la necesidad existe, aun cuando no es creada por el producto, como el caso de vacunas, la dependencia es aún mayor en el contexto de un sistema CTI empobrecido; como el de México.
Así hay dos opciones de solución. Una es que el estado subvencione la totalidad del desarrollo CTI, la otra que se incluyan políticas públicas orientadas a la colocación del conocimiento y sus productos en el mercado.
La primera solución no está sucediendo y es insostenible, incluso potencias globales se han abierto al mercado con productos de CTI. La segunda solución ha sido rechazada por la comunidad CTI, por miedo o ignorancia, y tal rechazo ha sido respaldado por quienes toman decisiones.
¡Ah!, pero hay otra silenciosa y perniciosa alternativa, incrementar, por convicción o indefinición, la dependencia con terceros, con socios internacionales.
España, Portugal, Polonia y otras naciones se han abierto a la opción de colocar sus productos CTI en mercados. Han sido exitosos, con su sistema local en CTI, fortaleciéndoles.
En México, CONACYT no deja claro que intención tiene, una consecuencia es mayor dependencia desde la CTI con otros países.