Diferencias entre un estúpido y un idiota
Sin corregir, pagaremos todos
Pablo Hiriart
Hay algo peor que no saber: pretender que sí se sabe.
Y pensar que todos están mal mientras uno se obstina en la soberbia.
Por ahí anda la causa de la caída de la economía, los recortes presupuestales, los subejercicios en el gasto público y el despido de personal que realiza el gobierno para hacer frente una situación difícil que él mismo está creando.
Se le llaman subejercicios a lo que el gobierno tiene aprobado para invertir y gastar pero no lo hace.
El presidente les llama "ahorros", que no lo son pues los subejercicios frenan la economía y las consecuencias las pagamos todos.
¿Qué le dice el presidente a los miles de despedidos que se quedarán sin empleo -o que ya lo perdieron- y difícilmente volverán a encontrarlo en un largo periodo?
Ahora el argumento es que se necesitan recursos para rescatar Pemex. ¿Esa es la manera? Los que saben dicen que no.
Por supuesto que hay preocupación justificada cuando en el primer trimestre Pemex perdió 37 mil 719 millones de pesos. Pero en el mismo periodo del año anterior la empresa ganó 113 mil millones de pesos.
Algo están haciendo mal, ¿o no?
Sí, Pemex está en situación delicada debido a la caída en la producción, pero eso no se va a resolver con correr gente de todos lados, dejar de pagar, recortar el presupuesto a hospitales ni absteniéndose de comprar medicinas.
La economía, dicen los que saben y es un deber escucharlos, funciona con inversión.
¿Qué ha hecho este gobierno? Todo lo contrario.
La inversión física del sector público cayó 13.1 por ciento respecto a igual periodo de 2018.
Se desplomó la inversión física (en obra productiva, en fierros).
Para que haya inversión tiene que haber confianza, y la actual administración se encarga de alejarla, todas las mañanas, desde Palacio Nacional.
Pemex se puede levantar con inversión, y no tiene que ser completamente pública. Para eso, entre otras cosas, se hizo la reforma energética.
Que el sector privado, nacional o internacional, participe en la exploración y producción de crudo.
Que privados se asocien con Pemex. Que haya inversión, empleo y aumenten la producción.
Por obsesiones ideológicas el gobierno congeló la reforma energética y, para obtener los recursos que llegarían por esa vía, prefiere correr gente de todos lados e imponer al país una «pobreza franciscana».
Mala señal para los inversionistas: se les ponen unas reglas del juego con la reforma energética y comprometen, a largo plazo, cerca de 200 mil millones de dólares en inversiones.
Y el actual gobierno les cambia las reglas al frenar las rondas petroleras.
¿Quién va a invertir en México si la nueva administración, enfundada en un falso nacionalismo, cambia las reglas por desprecio a «lo extranjero» y tiene en su imaginario las luchas entre conservadores y liberales del Siglo XIX?
¿Quién va a invertir en México cuando el gobierno cancela un aeropuerto de categoría mundial, financiado en un 70 por el sector privado, y hará otro con el Ejército en Santa Lucía, en una operación que costará 66 por ciento más cara que terminar Texcoco?
Cambiar las reglas del juego a medio camino manda señales negativas y las inversiones se van a otros países que sí dan certeza jurídica.
Aquí nos quedamos con recortes, despidos, austeridad franciscana y un crecimiento negativo de la economía de 0.2 por ciento en el primer trimestre.
«Nuestros detractores no quieren que el país crezca», dice nuestro presidente en las conferencias mañaneras.
De la noche a la mañana canceló el proyecto de Zonas Económicas Especiales, que se diseñó para atraer inversión productiva a entidades de bajo desarrollo. De un plumazo, para abajo.
En ese programa las inversiones programadas superaban los ocho ml 200 millones de dólares, pero en el largo plazo esos proyectos iban a atraer una inversión superior a los 42 mil millones de dólares.
Adiós. Antes que el trabajo productivo, mejor entregar subsidios directos a las personas y así, como quien no quiere la cosa, asegurar los votos para el partido que va a dar el dinero.
¿Quién de los que iban a arriesgar su capital en las Zonas Económicas Especiales (Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas…) va a volver a invertir en México?
Los capitales y las inversiones se van a lo seguro, no donde hay vaivenes por nostalgias ideológicas.
El viernes se conoció (La Jornada, nota principal) el avance de la encuesta del Banco de México entre 39 grupos de asesoría económica y análisis del sector privado nacional y extranjero, y la conclusión fue que sólo el cinco por ciento considera que es hora de invertir en México.
¿La causa? La gobernanza, la inseguridad en el tema energético y la incertidumbre política.
Ahí está el resultado de mandar señales que deterioran la confianza.
Ahí está el resultado de obstinarse en que todos están mal, menos uno.
Calificadoras, bancos, especialistas y organismos internacionales como la OCDE recortaron la estimación de crecimiento para la economía en este año.
¿Cuál es la reacción de nuestro presidente? ¿Corregir para relanzar la economía?
«Tecnócratas, corruptos, conservadores, agarraron la cantaleta de que se nos va a caer el crecimiento», respondió desde Palacio Nacional.
Sin humildad ni sentido común, no hay retorno en el callejón al que estamos entrando.
Así no se puede. Ni cómo ayudarle.