Tenemos que hablar de la ‘oposición’

Pocas veces un gobierno federal puede volcar todo su poder a una arriesgada causa con el aval de los gobernados, como sucede hoy en México. Por ser contadas las ocasiones hay que aprovecharlas cuando se presentan.

Pero los detractores no han entendido todavía a cómo jugar desde la oposición, caen en lugares comunes y lejos de dar una impresión positiva terminan por ser obstrucciones que entorpecen los proyectos en curso. Desaparecen la posibilidad del balance yéndose a los extremos.

Personajes como Vicente Fox, Felipe Calderón, o Marko Cortés realizan declaraciones a partir de una crítica poco acertada, y asumen la oposición encabezando causas sin ningún compromiso. Lejos de asumir una postura que cuestione las acciones del presidente se dedican a lanzar mensajes de ataque que reditúan en nada pero que llevan la intención de calentar los ánimos ciudadanos. Demandan pero no proponen, se quejan pero no resuelven.

Son personajes que no han entendido de qué va jugarle al opositor. Su postura no propone, descalifica. Ni Fox, ni Calderón, ni mucho menos Cortés entienden cómo volverse una oposición consolidada. Alejados de una disertación real, acuden al golpe retórico, a los discursos acalorados y a las declaraciones engañosas para mermar los niveles de aprobación del presidente López Obrador.

Al conocerse la tragedia en Tlalhuelipan, el PAN no perdió el tiempo y arremetió en contra del gobierno federal a través de una campaña corrosiva, su objetivo era responsabilizar al presidente de los hechos ocurridos de manera directa o indirecta, y al costo de lo que fuese. Se empeñaron, con la obcecación que les caracteriza, en volver la desgracia un tema político cuando no eran tiempos de confrontación y sí los de la unidad y la conciencia, en tanto las autoridades atendían el problema de fondo: el huachicoleo.

La “oposición” del PAN sobrevive del oportunismo. Nada que no se espere de un partido que ha sido capaz de destruirse a sí mismo. Una oposición con ese antecedente no puede augurar nada bueno.