
Los niños que fuimos
Dentro del ecosistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, mexicano está un conjunto de Instituciones Públicas de Educación Superior, IES, de relevancia primordial.
Me refiero al conjunto de institutos tecnológicos que, incluso, tienen una cobertura nacional a través de planteles en los rincones mas escondidos de México, quizá mayor que la UNAM, el Politécnico Nacional o CINVESTAV.
La cobertura de los tecnológicos no es temática, sino territorial; de hecho, están enfocados, como su nombre indica, a carreras técnicas como ingenierías y administración.
Lo han hecho con tal éxito que en sectores productivos diversos prefieren a egresados de esas IES que quienes egresan de muchas universidades.
No se han quedado sólo en docencia; a pesar de diversas complicaciones estructurales y financieras, en algunos planteles hacen esfuerzos, no sin éxito menor, de generar y aplicar conocimiento.
Destacan, solo por ejemplificar con algunos casos, el Tecnológico de Celaya en Ingeniería Química y Eléctrica, con profesionales de la CTI que han sido editores en revistas científicas prestigiadas en su área de conocimiento e incluso con investigadores eméritos en el SNI de CONACYT; también está el Tecnológico Superior de Ecatepec, con esfuerzos rescatables en biotecnología, entre algunos mas, no pocos tampoco suficientes.
Si bien la formación de recursos humanos con nivel de licenciatura les consume trabajo diario, además de la preferencia en el sector productivo, entre sus generaciones hay quienes ahora tienen éxito relevante en la CTI; hacen ciencia en IES nacionales y en el extranjero.
El contexto es relevante.
Dentro de las dificultades estructurales ha estado que, hace no mucho, para salir a un congreso o reuniones de trabajo internacionales debían pedir permiso a quien ocupara la subsecretaría de educación superior; se las ingeniaban porque de aquí que corría todo el trámite habría pasado la fecha del evento o la pertinencia de realizar experimentos con sus colegas.
Otro elemento contextual, aún vigente, es que la carga docente es agobiante, situación que varias universidades, no todas, han resuelto, esto implica que el tiempo de dedicación a la CTI está muy limitado o requiere esfuerzos adicionales.
Los esfuerzos son superiores cuando, como es el caso, los salarios y condiciones son menos atractivas que en UNAM, IPN, CINVESTAV o Centros Públicos de Investigación coordinados por CONACYT.
En un afán de dotar de una estructura menos rígida, hace pocos años se agrupó a los tecnológicos y a los tecnológicos superiores en lo que se ha llamado el Tecnológico Nacional de México, TNM, de la SEP; se aligeró la pesadumbre sin propiciar condiciones para una CTI de competitividad global.
Tan así es que en días recientes el TNM emitió los lineamientos de su programa de estímulos al personal docente de los institutos descentralizados para 2022.
Un hecho que ha preocupado a la planta que ahí labora, está en que los estímulos se tasarán en Unidades de Medida y Actualización; hecho que por sí mismo es correcto desde que el salario mínimo dejó de ser índice nacional.
La preocupación de la comunidad en esas IES es que la participación porcentual del ingreso, debido al estímulo tasado en UMA, es importante, con lo que se proyecta una reducción de su ingreso real mensual.
No obstante, algo subyacente que debe ser de mayor preocupación nacional está en el título de la convocatoria.
Para el TNM su personal sólo es docente, la componente de investigación o CTI está ausente; mientras esta concepción prevalezca, este vector del ecosistema científico mexicano estará colgado de alfileres materializados por esfuerzos personales, no institucionales, mucho menos estructurales.
De seguir así, la CTI no hallará en el TNM un actor que permita a estas IES, salvo puntuales excepciones, insertarse en una carrera en CTI global para la competitividad requerida por México.
La CTI nacional requiere proyección holística, la visión obtusa sólo ve a través cristal electorero.