Diferencias entre un estúpido y un idiota
Por la noche, mientras me alistaba para dormir, miré en las Instagram stories la publicidad de un taller para “convertirse en un escritor de blogs” a impartirse en el estado de Nuevo León. El anuncio estaba hecho para acaparar la atención de quienes ven en internet una potencial fuente de ingresos al alcance de sus manos.
Con la storie vino a mi cabeza el afiche de otro taller para “convertirse en youtuber”. Al igual que el de redactor de blogs, ambos proyectos me parecen totalmente imbéciles. Demasiado imbéciles pero sobre todo demasiado ambiciosos.
La red se ha convertido en el ecosistema adonde las mentes tímidas se han mudado para redimir sus malestares y disipar las profundas dudas personales que en otro sitio no podrían. Por ello, es tan común ver avatares en Twitter creados a partir de una personalidad oculta. Hemos sido testigos de la creación de personajes capaces de influir a un nivel virtual, surgidos y conformados a partir de las reglas de ese entorno.
La ambición que rodea a las iniciativas de convertir personas en potenciales bots del marketing no es más que una ambición vulgar. Porque no busca la directriz de un nuevo entendimiento de la comunidad en internet, sino dinero. Ahora bien, ¿quién en su sano juicio gastará los pesos suficientes para ser aspirante a estos talleres? Volveremos la incipiente comunidad virtual en un escaparate de expositores banales, adiestrados en cátedra mercantil pero alejados de los valores que nos unen como personas.
Los nuevos oficios de la humanidad son estos, los que te aseguran una personalidad digital suficientemente influyente que en números reales se trasladen a cuentas bancarias. Atrás se han quedado los carpinteros, los fontaneros, los jardineros y todas aquellas actividades que reivindicaban, a partir de la fuerza y el sudor, el carácter del ser humano. Al día de hoy destacarse a sí mismo es más importante que pasar a la acción. Los tiempos se han vuelto fáciles para el pusilánime. Lamentable.
El que quiera escribir que lo haga, pero desde el pensamiento propio en donde expíe temores e incertidumbres y, con ello, constituya una importante lista de ideas insólitas emanadas de un juicio que funciona por sí mismo. Que no escriba motivado por el eco de una comunidad digital cautiva, en favor de la hipocresía. En contraparte, que lo haga sin el mínimo temor a las críticas mediocres, que desafíe con cada texto escrito al vocerío corriente que impera hoy en redes sociales.
Definitivamente me gustan los blogs escritos, pero los blogs ‘sin caricias’, aquellos que se escriben desde la sordidez del alma, donde las palabras se acomodan para expresar una idea que no está muy segura de sí misma.
@eeduardo37