Diferencias entre un estúpido y un idiota
Sin duda nuestro país se conforma por muchas expresiones y diversidad de necesidades; somos un México y muchos a la vez.
De la misma manera, sabemos que la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, es capaz de construir soluciones a tales necesidades; para ello la estructura e infraestructura en CTI es primordial, mientras que un marco legal es, más que deseable, necesario.
Algunas legislaciones estatales han normado, mas como letras muerta, a sistemas estatales de CTI; buscan favorecer un ecosistema local científico-tecnológico para atender requerimientos.
Si bien hay ejes transversales en las entidades federativas; también hay requerimientos específicos impulsados desde la diversidad biótica y abiótica, características geológicas y medioambientales, que incluyen los elementos hídricos, y, finalmente, la vocación socio-económica tanto como la densidad y distribución poblacional.
Entretanto tenemos que la densidad de profesionales e instituciones con capacidades para la CTI no es homogénea a lo largo y ancho del país.
Una visión simplista podría proponer que cada legislación local resuelva este tema en CTI, otra que sea una Ley General, de alcance constitucional, lo que implica de ámbito en todo el país y nivel de gobierno.
Esta columna cree que falta más legislaciones locales para CTI conjuntas a un organismo autónomo nacional que una ley general centralista o una dispersión de esfuerzos locales; es decir, se requiere una combinación de los ámbitos locales y nacionales.
Se antoja un poco más complejo, pero no perdamos de vista que ha habido quehaceres de interés público difíciles que tienen muchas reformas; pensemos en la actividad político-electoral, por citar sólo una, con diversas reformas, casi cada elección pasada, en la materia.
Con coordinación normativa de tal estructura, las capacidades en alguna parte de México podrían ofertar soluciones a otra donde yace alguna necesidad.
Éste ha sido el razonamiento de los mecanismos de financiamiento por fondos mixtos, ahora extintos, o los otrora llamados sistemas regionales; pero en buena medida no han sido funcionales porque se han formulado con un énfasis centralizado en el CONACYT, en otra medida porque el financiamiento ha sido por demás escaso y la estructura en CTI débil.
Luego, entonces, el fortalecimiento de los sistemas regionales y locales, así como la coordinación nacional, en autonomía de los vaivenes político-electorales, son imprescindibles.
Tenemos un reto en construir una estructuración federada, operativa y coordinada; una con financiamiento tanto público como privado, transparente y eficaz.
Tenemos enfrente la elección de 15 gobernadores y congresos locales en todo el territorio; se abre una oportunidad interesante y potencial para favorecer la edificación de sistemas estatales en CTI con visión y alcance nacional.
¿Habrá líderes políticos que aprovechen esta ventana de oportunidad?, ¿la comunidad en CTI estará dispuesta a dejar de ser ratones de biblioteca para impactar a la sociedad en su conjunto a partir de sus capacidades, habilidades y aptitudes?
¿Cuántos precandidatos a gubernaturas, es la fase del proceso electoral del momento, tienen en su agenda el tema de CTI?
Seguro serán pocos o ninguno, pues se estarán inmersos en la carrera contextual de obtener la candidatura y la construcción política subyacente.
Luego, ¿cuántos profesionales de la CTI se hallan en la labor de colocar en la agenda político-electoral la materia?
Seguro serán pocos o ninguno, pues las capacidades políticas y de negociación no están en el perfil de formación en CTI y los que hay persiguen sus intereses personales.
¿Qué podemos hacer bajo tales condiciones?, la negociación, la perseverancia y la claridad en proyectos políticos, no electoreros sino políticos, para que la CTI se sitúe como elemento, al menos, discursivo.
En las siguientes etapas del proceso 2021 deberemos perseverar para atraer temas de interés social a la CTI; así de aquellos que aspiren a puestos de elección.