Libros de ayer y hoy
El 4 de Julio, mediante un comunicado (https://www.conacyt.gob.mx/Comunicados-226.html), luego de una reunión en el Instituto Mora, CONACYT anunció que el Sistema Nacional de Posgrados, SNP, sustituirá al Programa Nacional de Posgrados de Calidad.
Por su naturaleza el hecho captó la atención de los profesionales de la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI.
El anuncio tiene poco de nuevo y mucho de peligroso, ya que desde su creación y durante la evolución misma del programa de becas CONACYT, como se le dice coloquialmente en la comunidad CTI, ha sido de índole social.
De hecho, centenas de miles de personas han logrado dedicarse a la CTI por este programa, en sus diversas formas; ya con carreras en el extranjero ya en y por México, el compromiso lo he podido constatar.
Nadie puede señalar a las o los exbecarios que hacen carrera en CTI en otros países; esta columna sostiene que toda y todo connacional debe tener la oportunidad de realizarse como persona en cualquier latitud global y así el sentido de solidaridad con nosotros mismos, lo que incluye el interior de nuestro país.
El asunto es que, en la presentación del SNP, la directora de CONACYT dijo que el cambio es para “favorecer el avance del conocimiento y mejorar la formación de nuevas generaciones de investigadoras e investigadores, ponderando los principios de pertinencia científica y social, equidad de género y no discriminación.”
¿De qué habla?
Luego de tres decenios de actividad científica y amplio conocimiento nacional en el tema he constatado que en las admisiones a posgrados no se da discriminación ni por preferencia alguna, género, religión, apariencia o algún otro asunto más allá del rendimiento académico.
Tampoco tiene sentido cuando la directora de CONACYT asegura que se pretende favorecer y mejorar la formación de nuevas generaciones; el hecho es que por institución el número de becas a estudiantes con admisión está restringido desde la administración pasada, sí, aquella de tiempos neoliberales, la actual es igual en eso.
Luego entonces, ¿cómo se favorecerá la formación de nuevas generaciones si el número de posiciones de posgrado con beca está restringida y limitada a unos cuántos?
Ni hablar de mejorar la formación de recursos humanos ya que ni siquiera se favorece ésta bajo las condiciones de restricción en becas.
La verdad está en la entrelínea y ahí el potencial riesgo.
En el mismo panel de presentación del SNP, el subsecretario de educación superior de la SEP tuvo intervención y aclaró “que los planteamientos de la SEP y el CONACYT marcan un sentido de transformación del PNPC, ya que la Ley General de Educación Superior establece un vínculo entre los sistemas de educación superior”.
La Ley General de Educación Superior, LGES, es el marco normativo vigente que proveerá fundamento al cambio.
Una lectura detallada muestra el potencial cambio, reducción o pérdida de la autonomía académica forzado mediante becas para posgrado.
Esta situación es un retorno a 100 años; a la discusión post-revolucionaria de autonomía académica o control del estado, tan vital quehacer y formación de pensadores, ya que “para definir la coordinación de iniciativas y recursos destinados al desarrollo de programas de posgrado, en tanto que el Anteproyecto de Ley General en Materia de HCTI propone una amplia vinculación entre la sociedad, las instituciones de educación y el desarrollo científico y tecnológico”, dijo el subsecretario.
En otras palabras, la LGES se complementaría en el caso que el anteproyecto de reforma propuesto por CONACYT a la Ley de Ciencia y Tecnología se decrete como ley; el control de los recursos financieros será la variable para regular la autonomía académica, de ahí la relevancia del hecho en la limitación del número de becas.
Preservar la autonomía académica debería ser discusión superada luego del genial debate entre Caso y Lombardo Toledano; pero no es así.
La opción será becas de capital privado, pero deben convencerse ambos actores CTI e IP.