Preparativos para una amenaza llamada Trump
No he hallado que CONACYT haya publicado el PECITI, mandato en la Ley de Ciencia y Tecnología, LCyT. Es claro que la 4T no gusta de la LCyT, pero hasta que se reforme está vigente y se debería cumplir.
En complemento se publicó un programa institucional, comentado en esta columna el 26 de Junio, 2020; pretensa política pública en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI.
El programa está dislocado de la realidad; no sólo es mi opinión, sino que coinciden conmigo numerosos expertos en CTI.
Para calamidad, la falta de conexión y comunicación entre dependencias federales es frecuente cada sexenio, el actual no es la excepción y este hecho impacta la consistencia y congruencia de políticas públicas. En esto hay similitud.
Ahí no para, CONACYT está descompensado hasta en lo operativo, un botón de muestra.
Las evaluaciones para las propuestas a Fronteras de la Ciencia – manera en que la comunidad CTI se refiere a esta convocatoria – está en proceso.
Me comentan tanto evaluadores como miembros de comisiones y subcomisiones que el proceso es un desastre.
Pero como no iba a serlo si de origen la convocatoria era un tiro de arcabuz; diseminado, separado y sin precisión, mas con afán de “a ver a qué le pego”.
Suceden consecuencias.
Una es que, en su momento, se pidió a evaluadores revisaran hasta 75 proyectos en pocos días, en temas diversos, incluso fuera de su experiencia en CTI. Con la mejor intención, me consta, miembros de la comunidad, con interés en que las cosas caminen, aceptan evaluar lo que el tiempo permite dentro de lo cercano a su experiencia científica.
Mas adelante, ya con evaluaciones, tal como miembros de subcomisiones me comentan, se cancelan sobre las rodillas las reuniones previamente programadas para dictaminar la viabilidad técnica de las propuestas. La semana que corre ocurrió. Además, se continúa con el disparate de pedir muchos dictámenes por hora.
El resultado de tal desatino operativo será proyectos sin evaluaciones científicamente correctas.
Luego, parte de la desgracia, los proyectos aprobados aspirarían a 500,000 pesos.
No está de mas decir que la cantidad servirá para poco. Por ejemplo, becar a cualquier(a) posdoctorante con 20,000 pesos al mes implicará que, en la esperanza promedio, casi la mitad del recurso se ejercería en un año.
No omito decir que este emolumento no incluye seguridad social, antigüedad, fondo de retiro, y otros ya que es una beca.
Por ello, en términos socio-económicos, son subempleados; situación que no les permite “construir futuro”.
Este hecho es discriminatorio a toda persona en tal situación, condición peor a mujeres en CTI con hijos. ¿Es política pública en CTI desde Insurgentes Sur en la CDMX?
Entre los conceptos de gasto operativo, el monto por proyecto es sólo equiparable a lo que se conoce como proyectos semilla; es decir, aquellos para que grupos científicos se conozcan y empiecen a interactuar hacia una posible colaboración en CTI.
Con esta clase de iniciativas no se alcanza a disminuir la brecha en CTI desde México. Entonces, ¿por qué tantas propuestas?, porque no hay convocatorias.
En ausencia de funciones por CONACYT, México tendrá acceso a una vacuna para COVID-19; lo ha anunciado empresario mexicano prominente.
Se comprará o licenciará y las producirá la iniciativa privada. Aplaudo.
Entretanto, CONACYT organiza “webinarios”; modalidad de conferencias a distancia. Esa labor ha sido hecha históricamente por las sociedades científicas, instituciones de educación superior y centros públicos de investigación; cosa que les compete.
A CONACYT no le competen webinarios sino crear políticas públicas en CTI tanto como gestionar, administrar y supervisar la pertinencia de los recursos del ramo en sentido de los programas nacionales, como PECITI, en línea al PND.
No se podrá negar, recibiremos los beneficios de la CTI con esta vacuna, es mandato constitucional. Pero resulta que el producto de la CTI no es mexicano, sino europeo.
Así similar pero diferente a sexenios pasados.