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Trump, ¡uy que miedo!
El rostro de la ciudad de San Luis Potosí está marcado por sendas cicatrices que corresponden a las vías férreas, otrora arterias de nuestra nación, hoy vestigios de una época diferente, y aunque todavía son útiles la forma como la ciudad creció y fue englobando y tragándoselas, y han sido siempre un asunto relevante por decir lo menos. Por otro lado, las corrientes de agua que antes daban vitalidad a un valle productivo y que sedujo a los mineros que encontraron inhabitables los ricos yacimientos mineros de los cerros cercanos, y que hoy son fluidas vías donde los automóviles circulan a gran velocidad.
La corriente de reforma, el río Santiago y el río Españita, por decir algunos nos prestaron sus lechos, sin embargo, los reclaman constantemente cuando los meteoros climatológicos azotan en la época propicia. Se han hecho esfuerzos por contener dichas corrientes y encauzarlas de forma que sean útiles para la ciudad, mientras aprovechamos de otras formas sus naturales cauces en tiempos de seca. Para nadie es extraño que el río Santiago es una gran vialidad que ayuda al transporte civil, ya que prácticamente corta la ciudad de un lado a otro haciendo que el transcurso sea más rápido y cómodo. El río Españita en una pequeña dosis también tiene dicha función útil, y por supuesto la antigua calle de Reforma, que los historiadores nos dicen, alguna vez fue también una vía fluvial que he escuchado se conocía como la Corriente. Para nadie es extraño en la ciudad de San Luis Potosí, circular por dichas vialidades constantemente, prácticamente reforma es inevitable. Así se planeó esta ciudad, como casi todas las ciudades del mundo, alrededor de los cuerpos de agua que pudieran suplir el vital líquido a su población.
Y como decíamos, conforme llegó la era industrial, y el ferrocarril hizo su aparición haciéndose una necesaria e importante forma de comunicación, se distribuyeron las vías de forma que pudieran ser lo más útiles a la industria, el comercio y la población en general. Hoy en día tanto las vías férreas como las fluviales han quedado comprendidas dentro de nuestra mancha urbana que se extiende de forma radial hasta donde la orografía nos lo permite, ya que para fundar esta población se escogió un valle que en su momento les pareció a los colonizadores el mejor espacio para ellos. El monero que suscribe alguna vez se ha preguntado si para aquellos fundadores existió en algún momento la posibilidad en su imaginación de que aquel San Luis Mexquitique, después San Luis Minas del Potosí, llegaría a ser una ciudad cuya población se contaría en millones, si se considera los poco a poco municipios aledaños que se van sumando.
Sin embargo, de aquellos tiempos y de estos, sabemos que hay características de nuestro clima que deben de ser conocidas siempre, San Luis es seco y padecemos de un problema de agua constante. Y por otro lado cuando caen las lluvias las corrientes que se forman son temporales pero fuertes. En donde Las vialidades intersectan, ya sea fluviales contra viales, o ferroviarias contra viales, se han construido sendos puentes en búsqueda de no interrumpir ninguna de las dos afluencias que chocan. Pero el agua suele ser indomable y constantemente padecemos las inundaciones de estos puentes.
En más de una ocasión en nuestra vida hemos sabido que los puentes se inundan, que los primeros, por supuesto, son los que cruzan los ríos, es decir estas vialidades estructuradas en los lechos dejan de ser útiles puesto que regresan a sus naturalezas originales, y las vemos colmadas de sus oscuras aguas que provienen no solo de nuestra captación sino obviamente de los cerros y montañas lejanas, las cuales apresuran y dan volumen a estas corrientes imponentes. Adiós a los bulevares, hola a los milenarios ríos. Pero esto sucede algunas veces al año, sobre todo en la temporada de huracanes, como es de todos bien sabido.
Por otro lado, en los cruces viales entre nuestras transitadas avenidas y las vías férreas, o incluso con otras vialidades designadas a vehículos automotrices, por haber sido construidas en desniveles, el nivel inferior, si está todavía más abajo del suelo raso, suele tener cierto riesgo de quedar inundado. Por supuesto que los ingenieros que construyen esas obras suelen tener una solución para ello colocando desagües y drenajes para evitar que dichos puentes queden inundados en cada lluvia. Pero muchas veces estos sistemas hidráulicos son insuficientes cuando las cantidades de agua exceden los cálculos, más aún que muchos de los cálculos prácticamente ya se fueron a la basura con los cambios climáticos que hemos percibido a causa del calentamiento global. Pero aún, cuándo es la población civil con su negligencia quienes evitan el funcionamiento de estos sistemas hidráulicos tirando basura en la calle, incluso lejos de estos puentes, que obviamente es arrastrada por las corrientes de agua y se van asentando y creando los tapones que bien conocemos.
Y así tenemos que de repente la ciudad está paralizada, los automóviles estacionados en los carriles de tránsito, porque esas grandes vías que son préstamo de la hidrografía, y las magnas obras construidas para facilitar nuestra comunicación quedan bloqueadas por las intempestivas lluvias. Al dejar de ser útiles las vialidades fluviales, el tráfico se carga en los otros caminos. Es algo que desquicia a cualquiera en esta ciudad que normalmente no padece de tantos problemas viales. Y este monero no es de los pocos que se salvan de padecer estos bloqueos por inundaciones.
El problema no es pequeño, y como sabemos no es nuevo. Es ancestral y propio de nuestra ciudad. Las autoridades, sexenio tras sexenio, trienio tras trienio, deben batallar con esta problemática y siempre esperamos que llegue algún benefactor a dar una solución final a este problema, mientras seguimos con nuestra actitud negligente de no disponer de forma correcta de nuestros desechos sólidos tapando las coladeras. Y para colmo, todavía hay algunos potosinos que de pronto creen que su carro tiene vocación de submarino. Ojalá remediar o solucionar estos problemas sea una de las prioridades de las siguientes administraciones estatales y municipales.
Curioso es que septiembre es el mes en que coinciden nuestro ansiado puente correspondiente a la fiesta nacional más importante y también la plena época de huracanes, que si bien tenemos la fortuna de no recibir en su embate completo, constantemente nos bañan con sus crecientes espirales pluviales, tanto las tormentas que se originan del pacífico como las del golfo. Así que, en honor a dicha coincidencia, a los potosinos nos queda esperar un puente patrio agradable y rogarle a Tláloc que los puentes viales estén disponibles para poder transitarlos.