Libros de ayer y hoy
Y en la perspectiva de este monero, esto nos debe de dejar como lección que los que alcanzan la fama y la gloria, por alguna razón, como en el caso de los deportistas y los actores, no necesariamente son capaces de dirigir o administrar una dependencia pública. Han hecho un bodrio con sus respectivas responsabilidades Ana Gabriela Guevara y Cuauhtémoc blanco por poner dos ejemplos claros.
Esto no es privativo de la izquierda palomera y populista que nos gobierna actualmente, que hay mucho que decir sobre las pobres capacidades de casi todos sus integrantes, aún cuando no fueran celebridades antes de tomar sus cargos. Pero el apoyo que está brindando el presidente de la República a una persona que se ha llevado toda la animadversión de el público en general, es decir, la titular de la conade Ana Gabriela, nos deja claro que la improvisación, la corrupción, el berrinche y la retorcida visión que tienen de la administración pública tiene estos nefastos regalos para los mexicanos.
Las controversias vividas con las atletas de diferentes disciplinas, como lo son el nado sincronizado, clavados y recientemente nuestra potosina Paola Longoria, ha dejado un mal sabor de boca, pero los cairos tienden a hacer solo un mohín contra Ana Gabriela y ahí para la cosa, no admitiendo que esto es culpa también de quien la sostiene, es decir Andrés Manuel.
Por qué existe el apoyo desmedido a disciplinas nobles, pero en las que no todos están de acuerdo como es el béisbol y dejan estrellas que ganan oro fuera de la sombra protectora del apoyo público. Los cuatroteros han decidido retirar becas y el respaldo económico a varias disciplinas, haciendo que la iniciativa privada, a la que tanto odian, salga a responder por nustros atletas. Pero aún todavía queda la pregunta ¿en donde está ese dinero que se está disponiendo de manera errática y que no llega al objetivo que estamos buscando, que es respaldar a los atletas?
Este escándalo es una muestra más de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador solamente tiene cortinas de humo con olor a podrido, tapando otras cortinas de humo, con olor a podrido, y así hasta la asfixia, pero al final de cuentas detrás de todo se va a llegar a un solo punto focal, el hombrecillo funesto y ridículo que se encuentra viviendo en el palacio nacional, como un emperador. Ese que cínica y descaradamente contesta “¿Y que?” a todo reclamo de la opinión pública.