Trump, ¡uy que miedo!
Este es año electoral y los mexicanos estamos convocados a las urnas para renovar la cámara de diputados, entre otras esferas de poder, y con ello dar un voto de confianza o no a las diferentes políticas gubernamentales, entre ellos la económica, de la autollamada cuarta de transformación, presidida por el tres veces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador.
Si algo “machaco” en sus mítines de campaña el entonces candidato y hoy Presidente de la República, es en el fracaso de la política económica neoliberal de los sexenios de 1988 a la fecha, fundamentalmente, y que ha ocasionado pobreza y desigualdad, dijo; no se diga la crítica a los funcionaros tecnócratas por “sólo” hacer crecer el Producto Interno Bruto (PIB) al muy moderado 2% anual en promedio.
Bueno, ya con la realidad de ser gobierno y tener la “sartén por el mango”, el gobierno amlista no parece haber dado un giro espectacular ni mucho menos efectivo a la realidad económica, a excepción de las ayudas sociales que sin duda moderan “la pinche realidad”, pero que no son suficientes para generar riqueza y sobre todo incrementar el PIB per cápita, base indispensable para tener un real estado de bienestar colectivo.
Porque los países poderosos del planeta y de mayor poder adquisitivo entre su población no se miden por sus programas sociales (forman sólo una parte de un conjunto), en realidad, el PIB per cápita, la riqueza nacional divida entre sus números de habitantes, es el indicador más trascendental para evaluar la efectividad de un gobierno, ya sea de derecha, izquierda, centro, o la posición geográfica que ustedes manden y gusten.
Y en este sentido este gobierno no va bien. No sólo no va bien, se prevé vivamos un retroceso y regresemos a niveles prepandemia ya prácticamente a final de sexenio, por eso el termino sexenio perdido en materia económica. Si, sin duda, el aumento del salario mínimo no es poca cosa y es logro de este gobierno, pero sólo forma parte de un todo, un todo que esta viviendo momentos complejos, este año y el pasado, específicamente por los efectos de la pandemia de la covid19.
Seria tonto no reconocer que este gobierno no podrá presumir grandes logros en materia macroeconómica a raíz de esta pandemia, pero tampoco nos tapemos los ojos en el sentido de que tampoco al inicio del 2019 la autollamada 4T agarro el “toro por los cuernos”, y ese año el PIB decreció sin visos de mejoría pronta.
Es decir, les falto “punch” de arranque; y si a eso le agregamos la falta de “punch” también para atraer inversiones y la escasez de acuerdos sólidos con la IP, principal generadora de riqueza nacional, pues no queda mucho que decir en ese sentido. Ese gobierno ha sido más de corte ideológico que de políticas públicas prácticas; raro, porque cuando era jefe de gobierno, López Obrador mantuvo una relación productiva con la IP, siendo su amigo Carlos Slim uno de sus empresarios favoritos; gracias a ello, a esa relación constructiva con la IP fue que logro posicionarse como el candidato favorito para ganar las presidenciales del 2006.
Entonces, con todo esto y contrario a lo que pasa en otros países, ejemplo en EEUU, que castiga o premia a sus gobernantes de acuerdo a su bienestar en el bolsillo: ¿el mexicano de a pie votará por su situación económica o preferirá abocarse a otros factores como el carisma presidencial y las ayudas sociales o alguna otra razón que no tenga que ver con su realidad material? Veamos pues.