
Frena México campaña en EU por amenazas de Trump
En febrero de este año cayó Verónica Rodríguez. Ahora, Sara Rocha. Una tras otra, como coreografía de dominó con sus fichas bien apiladas.
Vociferan y patalean, pero a las lideresas no las bajaron ni por valientes ni por incómodas, sino por sus torpezas. Creían que dejar cabos sueltos e ignorar reglas básicas de la contienda no tendría mayor consecuencia. Ya vieron que se equivocan.
El Tribunal Electoral de San Luis no necesita ni asomar las narices en ideologías: bastó poquita omisión para que tropezaran.
Verónica Rodríguez llegó al PAN estatal con sonrisa fulgurante para el Insta y su acostumbrado discurso de manual. Pero decidió ignorar un pequeño gran detalle: Lidia Argüello también quería jugar. Llegó la elección anulada y la ordenanza de un nuevo proceso en medio de desgastes innecesarios; desperdició tiempo, dinero (mucho patrocinado) y esfuerzos.
Y qué decir del PRI, penosísimo que sostengan esa costumbre añeja de fingir institucionalidad mientras todo les revienta desde adentro.
Sara Rocha se asumió líder del reducido priismo potosino, pero se le olvidó considerar a unos cuantos consejeros. El pequeño y soberbio desliz le costó la silla, que de por sí pende de una pata.
¿Cuál es el común denominador? Ninguna conspiración patriarcal, por supuesto. Ni fuego amigo. Ni traiciones de novela. Solo descuidos. Procedimientos que no cuidaron, reglas que no leyeron o decidieron ignorar premeditadamente.
Estos partidos, quesque aliados y opositores, danzan más unidos que nunca, pero en los pasos de la incompetencia.
¿Quién sigue?