
Los niños que fuimos
Buscando darnos a entender, al hablar sobre un tema, tratamos de explicarlo de la manera más sencilla, con ejemplos claros, asequibles y básicos, también con símiles y metáforas. Tendemos a comparar grandes sucesos con situaciones de nuestra cotidianeidad, a quitar detalles y temas intrínsecos, a resumir tramas y adelantar conclusiones.
Por eso no es raro que se vean frases simples expresando el sentir de muchos, aun cuando sean criticados los individuos por usarlas o repetirlas, porque al final esas frases tienen un alto valor de verdad.
Después de sesudas discusiones, análisis, investigaciones, manifiestos y manifestaciones, todo vuelve a conclusiones sencillas y fáciles de entender. Frases tan simples como “no a la guerra”, hacen que algunos eruditos graduados de la Universidad de Twitter y los grandes analistas de los cafés parroquiales volteen sus ojos al cielo en total exasperación. “No es tan fácil” increpan al ciudadano que parece creer que sus palabras son mágicas y al pronunciarlas y escribirlas varias veces efectivamente la guerra terminará. Después de los discursos que aplican, de las columnas, tratados, ensayos, blogs y twitazos, los complicadores nos demuestran orgullosos que efectivamente “no es tan fácil”.
Pero conforme se va asentando el huracán informativo, esa turbulencia sazonada con los vientos de las opiniones, con las corrientes de las ideologías, con los datos volando en espirales vertiginosas, las notas falsas, las verdades históricas y los sentimientos de quien se encuentra inmerso en el pandemonio; las cosas comienzan a caer y a clasificarse con sus pares, se desinflan los ánimos, se eliminan los datos inservibles, se va a los totales y globales, se perciben los efectos y consecuencias y se empieza a ver que todo se resume a esas verdades simples y llanas, a que todo es en lo macro igual que en lo micro, que tu nación es tu casa, que tu alma es tu mundo.
La guerra puede ser un acontecimiento de trascendencia geopolítica y que arroja cifras de muertos, damnificados y refugiados impresionantes, pero siempre brotan historias de individuos, de tragedias personales de familias llorando familias, de gente que sabe menos que nosotros, los extranjeros que hasta ayer no dábamos un pepino por ese país de marras, y que hoy no tiene un techo, no sabe que comerá o ha perdido una parte de su cuerpo, familia o patrimonio. Ellos, los de abajo en la pirámide, deberían de ser los más importantes, al fin de cuentas son los que sostienen a los que están arriba y hacen la guerra.
Pero no lo son. Sus caras se contorsionan en la mente de los lideres hasta convertirse en dígitos, que se unen en cifras que solo ven incrementándose hasta que ya no. Deja de importar que desayunó ese hombre esa mañana, o que la chica de 15 años tendría un examen la siguiente semana, las medicinas del abuelo son ahora menos importantes que evitar que un pedazo de cascajo caiga sobre su cabeza,
Las frases pueden parecer simples para expresarnos sobre algo tan complejo, con cientos de actores en escena, líneas ocultas, momentos históricos e inversiones incalculables involucrados. Pero esas frases al final son la respuesta, el argumento que en realidad funciona contra la locura que ha estallado. Parecen tan esperanzadores como una botella vacía con un mensaje flotando en el mar. Pero a tanta ciencia, explicación y descalificación, estas frases comienzan a crecer en número y a devolverles el favor a los sesudos, oigan especialistas, si esto es tan complejo, toma mis palabras simples y devuélvelas a quien corresponda con las complejidades que tanto esgrimes.
Seas creyente o escéptico, el decir nuestra postura, nuestro pensamiento, el replicar o compartir los mensajes crea pequeñas avalanchas que se suman y producen el cambio. A nivel energético, místico o real y palpable.
Y ellos lo saben, de hecho, parte de su esfuerzo esta en controlar y ganarle a esta marea. Así que este monero te invita a informarte, a crear opinión y emitirla para que poco a poco llegue a alguien algo más que nuestra indiferencia.
Yo pido por la sensatez de los gobernantes, por la tranquilidad, libertad y bienestar de quienes hoy sufren este doloroso momento y porque los que estamos lejos de todo ello, aprendamos una lección y la convirtamos en nuestra experiencia, no solo por empatía si no por la precaución que requiere siempre la história.