¡A REFERENDUM! Reforma Judicial
Entre quienes estudian las ciencias políticas queda clara la diferencia entre política y políticas públicas.
La política no es, ni de lejos, una ciencia exacta, se presta a interpretaciones, respuesta social, a intenciones de voto y voluntades con una pléyade de variables impredecibles; todos elementos mayormente subjetivos.
Las políticas públicas, en cambio, pueden tener relación con ciencias, inclusive con ciencias exactas, toda vez que, en principio, son establecidas a partir de mediciones, criterios y discusiones técnicas, eso a partir de metodologías y procedimientos científicos concluyentes –ya sociales, humanísticos, naturales o exactos-.
No se puede omitir que la intersección con la voluntad y decisiones en la conformación de las políticas públicas le dotan de cierta distancia a las ciencias exactas; también están los intereses y determinaciones ambivalentes, hasta superfluos, de la ideología, entre otros elementos de vaguedad.
Mientras que la política acerca personas a las lides del poder, de ahí el carácter absolutamente subjetivo y personal, las políticas públicas preservan relación entre las necesidades y los satisfactores para éstas.
Como ejemplo, desde la perspectiva de la política, se puede aseverar que ha sido un error la invitación de la Universidad de Guadalajara, UdeG, a que corchoclau dictara una charla, hace pocos días, en un contexto académico; ámbito que nunca ha sido el fuerte de la suspirante presidencial.
El Rector General de la UdeG ha justificado el acto mas como acercamiento institucional que como destapes en política electoral, decisión correcta o no, caras vemos mas abajo no sabemos.
El diferendo se constituye en el hecho que corchoclau es favorita palaciega, aunque hay quienes opinan, expertos en análisis de la política, que sólo está siendo utilizada como distractor al mas puro estilo de Huey Tlatoani; como sea, esta columna opina que es adelantado y desafortunado el acto ya que no sucederá, en un caso o el otro, que haya apoyo a la UdeG o la universidad pública en general.
Al contrario, dada la relación citada arriba, las decisiones en políticas públicas tienen efectos medibles.
En Salud Pública se ilustra un caso, las centenas de miles de muertos sólo por COVID19, varias veces el número de personas que, dicen, acudieron al concierto grupero en el zócalo de la CDMX, es evidencia contundente que en esta materia las decisiones han sido disparatas, deshumanizadas, insensibles y fatales; consecuencia de la omisión de datos duros en la toma de decisiones, misma que ha sido plagada de política y no de políticas públicas en salud.
En Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, hay símiles.
Las decisiones de CONACYT han sido tomadas por cálculos políticos, no son políticas públicas; con seguimiento al discurso cambiante desde Palacio Nacional, con la búsqueda de alianzas -como con la extitular de la SFP y su pareja sentimental-, más que con mediciones y análisis de datos que permitan plantear metas basadas en objetivos y resultados; de ahí que se otorguen nombramientos, como al titular de la FGR, como moneda de cambio a favores o protección, ¿o qué otro beneficio pudo obtener la titular de CONACYT?, quizá sabremos más adelante.
Toda vez que la CTI tiene como objeto alcanzar el bienestar social en un sentido medible y que las decisiones desde CONACYT han sido tomadas por política, en consecuencia, esta administración ha resultado en un desastre; gran desorden en convocatorias, correcciones recurrentes de fechas y alcances de programas, modificaciones a importantísimos reglamentos como el SNI y becas de posgrado e intromisión en el quehacer de instituciones con autonomía académica.
En CTI no se han causado muertes, como en Salud Pública federal, pero las decisiones desde CONACYT traerán la dependencia científico-tecnológica de México y de quienes aquí habitamos; principalmente por no distinguir entre política y políticas públicas.
No olvidemos que la lealtad cimentada en política es efímera.