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Oposición no regatea la unidad nacional ante llegada de Trump
Liberales, neoliberales, libertarios, libertinos, conservadores, izquierdistas, fifís, chairos, capitalistas, comunistas, progresistas. El mundo, una vez más, se encuentra en una encrucijada de contrastes sociales, ideológicos y políticos. Surgen alianzas impensables, hegemonías caen y nuevas potencias emergen con fuerza. En todos los frentes, el autoritarismo y la tiranía marcan su presencia. Las sociedades se fracturan y las familias se dividen. El conflicto entre lo antiguo y lo moderno se intensifica. El caos y la revolución desafían al status quo y a la ley. Paradójicamente, mientras el mundo se globaliza, las divisiones internas se profundizan. Crimen y fe se entrelazan, y hasta las naciones, guiadas por distintas creencias, se ven enfrentadas.
Los actos de conquista e invasión, que pensábamos relegados a los libros de historia, resucitan, y con ellos, nuevos y viejos imperios buscan consolidarse. El mundo parece desmoronarse, obligándonos a descubrir nuevas facetas de nuestra humanidad. Las generaciones jóvenes observan y aprenden, muchas veces bajo la sombra del miedo y la violencia, sin lograr comprender del todo. Mientras tanto, las generaciones mayores, con el bagaje de la historia, eligen ignorar los hechos, sumergiéndose en conflictos irracionales. Se convierten en ciegos históricos, guiados por los discursos de populistas que buscan vender la idea de que nuestros hermanos son ahora nuestros enemigos.
En este panorama, las voces demagógicas encuentran terreno fértil. Venden una narrativa de división y odio, haciendo que la barbarie resurja. La verdad es sacrificada en el altar de la propaganda, y la razón cede paso a la sinrazón. Los charlatanes del populismo logran convencer a muchos de que la única forma de avanzar es enfrentándonos entre nosotros mismos, olvidando que la verdadera amenaza es la división que ellos mismos promueven.
Este análisis nos lleva a una conclusión inevitable: la necesidad de un despertar crítico. Solo así podremos confrontar la realidad con la claridad y la objetividad necesarias para superar los desafíos que enfrentamos. No podemos permitir que la historia se repita en un ciclo de barbarie y conflicto. Es imperativo que volvamos a los principios de diálogo y entendimiento, reconociendo que, al final del día, todos compartimos un destino común.