
El uso del pasado
La Cumbre de las Américas perfila un severo fracaso de Joe Biden. La diplomacia norteamericana registrará un revés con efectos muy desafortunados para el presidente y su partido. El mundo se encuentra en un momento singularmente complicado por la invasión rusa a Ucrania y la respuesta económica, diplomática y militar de los países pertenecientes a la OTAN. Las cosas no le han salido bien a Rusia y su aventura bélica resulta de un costo mayor al previsto, además de no lograr los objetivos que justificaban la incursión. La realidad es que la guerra ha afectado la economía mundial y registra problemas inéditos para todas las naciones, entre otros, una espiral inflacionaria.
Este es parte del marco que justifica la Cumbre. Además, la secuela de la pandemia obliga a un reordenamiento mundial en muchos aspectos, privilegiadamente en el de la salud pública. Ciertamente, la agenda de la Cumbre es relevante para la región y para los países miembros, y propiciar un sentido de futuro compartido. El diálogo entre gobiernos es fundamental, incluso para quejas y reclamos. El presidente López Obrador piensa de manera diferente.
El gobierno norteamericano no midió bien al presidente mexicano. Dio por hecho, a partir de la conveniencia del encuentro y de su poder e influencia que la Cumbre tendría lugar sin mayor problema. López Obrador ha sumado causa con regímenes reprobables bajo cualquier estándar; su reclamo por la eventual exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua más bien parece pretexto y abona a su convicción de que las cosas no son ni deben ser como antes, aunque se vuelva vocero de gobiernos de oprobio.
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