Diferencias entre un estúpido y un idiota
Si algo define el perfil de las decisiones del presidente López Obrador, con los vaivenes coyunturales, es la reconstrucción del Estado como eje del proyecto nacional. A lo largo de cuarenta años, desde el Plan Global de Desarrollo 1980-1982, el proyecto neoliberal salinista pasó del Estado social al Estado-mercado.
Las decisiones para darle una nueva centralidad al Estado dominan todas las medidas de la 4-T: la desarticulación de organismos autónomos y de espacios cedidos a parte de la sociedad civil organizada en facciones de activistas excluyentes –INE, salud, energía– están apuntando a la reconstrucción del Estado como rector del desarrollo y del proyecto nacional.
El modelo teórico de reconstrucción del Estado como punto axial o punto eje tiene dos problemas prácticos: uno, la expansión del Estado vía gasto condujo a la crisis de 1976 y 1982 y dio la justificación para la llegada del neoliberalismo de mercado sin Estado; y dos, las crisis del Estado-gobierno y del Estado neoliberal se localiza en la incapacidad del mercado para suplir al Estado.
Echeverría expandió la acción social, popular y económica del Estado sin ampliar los ingresos y el colapso estalló por el déficit presupuestal; Salinas y el salinismo, en el proyecto neoliberal, retrotrajeron al Estado sin desarrollar o consolidar antes una modernización de la planta productiva para suplir al Estado con un mercado eficiente en la actividad económica para competir en el exterior.
Ahora el proyecto lopezobradorista centraliza la acción del Estado sólo en la protección de sectores vulnerables y en pocas obras de infraestructura, ambas sin capacidad multiplicadora de la demanda, y el PIB no sólo se ha desplomado, sino que no podrá crecer en la reactivación pospandemia más de 2% promedio anual, un tercio del 6% conseguido en el ciclo populista 1934-1982.
El Estado lopezobradorista ha funcionado con base en reacciones a situaciones de conflicto. Sus ataques a la estructura del Estado neoliberal de desarticulación de funciones del Estado para cederlas a grupos ineficaces y facciosos de la sociedad civil carecen de una propuesta central de reestructuración del Estado unitario. Todavía es temprano para saber si esas decisiones re-centralizadoras son buenas o malas, pero en el camino existe la preocupación de que los nuevos funcionarios del Estado ignoran el proyecto general, como se advierte en las pugnas entre secretarios del gabinete, ineficacia en la comunicación con el poder legislativo de mayoría del partido del presidente y la centralización presidencial no sólo de las decisiones, sino del funcionamiento de oficinas que están regresando a la estructura estatal.
La dimensión de la crisis neoliberal ilustrada con el fracaso del modelo de globalización económica para llegar sólo a un PIB promedio anual de 2% define el desafío de reconstruir el modelo del Estado como el pivote de la economía, del modelo de desarrollo y del proyecto nacional.
En términos de su Plan Nacional de Desarrollo, el pivote del proyecto lopezobradorista sería un PIB promedio anual de 4%. Pero esa meta exige un Estado como rector del desarrollo, como reformador de la planta productiva y como pivote de la inversión multiplicadora. Pero sin reforma fiscal y sin reorganización del gasto público, las posibilidades de salida de la crisis económica neoliberal y de la crisis de la pandemia serán menores a 2% promedio anual a lo largo de los próximos quince años.
La propuesta de la 4-T, para ser verídica, tiene que cumplir tres objetivos: aumentar los ingresos fiscales, usar el petróleo para el crecimiento económico y canalizar el presupuesto para modernizar la planta productiva. La meta sería aumentar los grados de competitividad de la economía y para ello necesita reorganizar todo el aparato social, educativo, científico, tecnológico, industrial y de financiamiento.
El dilema estará en regresar al viejo Estado social cardenista o en construir un Estado estratégico que busque aumentar la competitividad mexicana en los mercados.