Diferencias entre un estúpido y un idiota
El gobierno mexicano ha tratado de construir un escenario económico de crecimiento solido basado en argumentos optimistas.
Son dos sus puntales para lo que se espera en la segunda mitad del año en curso, pero especialmente para 2022. En primer lugar, el crecimiento del que dependerá recuperar fuentes de empleo y restablecer el consumo se basa en la vacunación; el otro elemento, más duradero y consistente, depende de la recuperación estadounidense y, con ello, de las ventajas que ya deberá empezar a aportar el Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
El planteamiento, que se documenta en los Precriterios de Política Económica para 2022, enviados hace unos días a la Cámara de Diputados para perfilar la construcción del programa financiero gubernamental del próximo año es extraordinariamente optimista y miope de la realidad nacional.
Asegura un crecimiento económico espectacular, sin decir que cualquier valor estadístico del Producto Interno Bruto (PIB) que se alcance en 2021 será necesariamente positivo porque el país se levanta de una caída abrupta impulsada por la pandemia, pero desde un escenario de estancamiento durante el primer año del actual gobierno.
La estructura económica nacional no solo no fue reconstituida al arranque de la nueva gestión administrativa que sabía de las grandes fallas en materia de infraestructura e inversión pública y privada, sino que al llegar el confinamiento se abandonó a su suerte a la planta productiva y cerraron más de un millón de empresas a lo largo del país, por lo que no hay capacidad para recuperar los millones de empleos perdidos en el ámbito formal.
Se cancelaron obras públicas en marcha con costos de indemnización elevados y al mismo tiempo se emprendieron otras de viabilidad cuestionable, además de que se inició el desmantelamiento de una estructura energética que, si bien era cuestionable, al no considerar las condiciones del mercado ni los compromisos vigentes, violentó el clima de certidumbre empresarial y jurídica.
En los Precriterios se apuesta por la energía, sobre la base de un mercado petrolero incierto porque el mundo procura fuentes de generación limpias y en donde México enfrenta un gran rezago. Por el lado de los hidrocarburos, desde hace casi una década, somos irrelevantes porque la producción de nuestro crudo es limitada y de baja calidad, no influye en los precios globales, al contrario, además de que se carece de una estructura de almacenamiento y distribución eficaz.
Por si fuera poco, está en litigio el marco legal para que los particulares generen electricidad y se pretenden cambiar las reglas en la producción de hidrocarburos, con amenazas para la inversión autorizada.
En materia fiscal, ingresos y gasto público, el equilibrio es un compromiso, lo mismo que no contratar deuda y buscar que la inflación no se dispare, aunque el mismo sector público el que ha sido el principal factor de presión en los precios de los bienes de consumo generalizado.
La realidad muestra que no hay mucho margen de maniobra, cuando el futuro de las mayorías depende de apoyos asistencialistas, sin bases fiscales y económicas sustentables.
En la medida que se logre la vacunación, cuando menos entre los jóvenes de 18 años, que podría darse hacia la segunda mitad del próximo año, se restablezcan las clases en las escuelas y se alcancen mínimos de suministros de alimentos y servicios, el panorama no puede ser optimista, porque falta seguridad y justicia.
Ahora que inician las elecciones convendría que los partidos políticos, especialmente los de oposición presenten proyectos viables, al menos en tres temas:
Primero, revertir el retroceso en capital humano, con atención especial a la salud y educación, segundo, apoyar a la planta productiva con incentivos al empleo, la competencia y la innovación; y tercero, si el gobernó quiere controlar la energía fósil, debería racionalizar los cambios legales que obstaculizan la inversión en energía verde que favorece el ingreso de capital, tecnología e inversión.
@lusacevedop