Los ministros disidentes mantienen su acuerdo de unidad
Es de cuño corriente la frase que alude a la paternidad múltiple o colectiva de la victoria y que, en el caso contrario, arrumba el fracaso en la indeseable orfandad.
Dice la frase, producto del refranero popular: “El éxito tiene muchos padres; el fracaso es huérfano”.
Y viene a cuento el tema porque hasta los más ingenuos saben que en cualquier momento, tarde o temprano, terminará la pesadilla llamada “gobierno de López Obrador”.
Está claro, para todo aquel que tiene un mínimo de sentido común, que no existe la eternidad en el poder y que la fecha de caducidad de un gobierno está marcada por los aciertos y/o los fracasos.
Y sí, al día siguiente de la caída, vendrá la inevitable rendición de cuentas, con su cauda de persecución y hasta cárcel.
Y, entonces, esa implacable rueda llamada historia, atropellará a buena parte de los culpables de la tragedia en que terminará el peor gobierno de México en siglos, el de López Obrador; un gobierno que pelea a brazo partido por alcanzar la medalla de campeón del fracaso, en todo el mundo.
Por eso las preguntas.
¿Quiénes acompañarán a López Obrador al momento de castigar la complicidad por el fracaso descomunal de su gobierno?
¿Será Obrador un culpable solitario?
¿Quién o quiénes serán los compañeros de viaje, de López Obrador, en el largo y sinuoso camino del pago de culpas y en el paso a la historia como artífices del mayor fracaso que haya vivido México?
¿Quién pagará por crímenes de Estado como la debacle económica, como llevar a millones a la pobreza extrema y al desempleo? ¿Quién será llevado a juicio por el desmantelamiento criminal del sistema sanitario?
¿Quién será enviado a prisión por los más de cien mil muertes violentas que se estima serán cometidas en el gobierno de López y los casi cien mil fallecidos que se esperan antes de que se produzca un golpe de timón capaz de retomar el liderazgo del gobierno frente a la pandemia?
¿Quién pagará los platos rotos por la destrucción de una de las principales economías del mundo, la de México; por la muerte de miles de empresas, por el despido de millones de trabajadores, por el hambre y la desesperanza que viven y vivirán millones de compatriotas?
Y es que, si al arranque del gobierno de AMLO eran muchos los que presumían la paternidad de la victoria y el éxito, a 19 meses de distancia nadie quiere asumir la paternidad de los fracasos y, peor aún, ya es visible que “las ratas” empiezan a saltar del barco de la tragedia anunciada.
¿Tragedia anunciada?
En efecto, aquí y en muchos otros espacios muchos alertamos –por mucho tiempo–, sobre el peligro que significaba un eventual gobierno de López Obrador; muchos documentamos la ignorancia de AMLO, su estulticia y analfabetismo; muchos probamos su mitomanía y su rencor social.
Pero, claro, muy pocos quisieron ver y escuchar.
Y es que en las últimas décadas los mexicanos vivimos una suerte de engaño colectivo, producto de las milagrosas promesas de unos y otros de los opositores. Así, por ejemplo, el amor ciudadano se desbordó por Cárdenas, en la elección presidencial de 1988.
Más adelante, en la elección del año 2000, el amor ciudadano hizo ganar a Vicente Fox y, para 2006, por poco y esa misma ciudadanía premia con la victoria a López, sobre Calderón.
Pero en 2018 fue inevitable que millones se tragaran, a puños, las mentiras de AMLO; mentiras y fantasías imposibles de creer para una sociedad sensata pero que, para los mexicanos, eran un tonel de rica miel, imposible de rechazar.
Hoy, son muchos “los empachados” –los que se tragaron las mentiras sin digerir– y los que se dieron cuenta que les vendieron “carne podrida”, en lugar de los jugosos filetes prometidos en décadas.
Pero son aún más los ciudadanos que parecen dispuestos a cobrar caro el engaño, sobre todo en las elecciones concurrentes del 2021, en donde a golpe de votos castigarán la mentira y la ruina a la que nos han llevado.
Y es que muchos saben que el partido Morena y el gobierno de AMLO ya huelen a muerte; saben que suenan tambores de retirada y que “se escuchan los pasos” del “animal grande” llamado fracaso.
Y el tamaño del fracaso, es del tamaño de la intensidad de “la guerra civil” que se desató en el partido de López Obrador.
Sólo falta identificar a los culpables de la tragedia y de la ruina de toda una nación. Y es que, a querer o no, el fracaso de López Obrador no es huérfano; el fracaso de su gobierno tiene muchos padres; cómplices que poco a poco serán señalados por la sociedad agraviada.
Al tiempo.