Veracruz en marcha con obras viales
Colocar a la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, en la agenda política nacional es un gran reto.
Por más hechos que se les ponen enfrente, a los políticos les interesa sólo construir y reformar, por enésima ocasión, las normas electorales para ganar posiciones.
No están en su foco otras, como la Ley de Ciencia y Tecnología, para resolver problemas nacionales distintos; quizá igual de profundos a alcanzar y ejercer el poder.
Haré una breve digresión.
Es nota global que una mexicana ha reportado condiciones de entorno ambiental para bloquear los mecanismos infecciosos del COVID-19. Una científica del área de materiales que con esta contribución proyecta atenuar la tasa epidémica por SARS-CoV-2.
No es una contribución dónde se bioseñalizan estímulos al sistema inmune sino una que impacta el medioambiente del microorganismo para desfavorecer su actividad infecciosa.
La científica mexicana no obtuvo sus resultados en México, los obtuvo en una universidad norteamericana; mismos que, al margen del grado de impacto epidemiológico, muestran que las capacidades en CTI de los individuos se potencian con instituciones estructuradas, eso no lo tenemos en México y las dependencias públicas en la materia tienen extraviada hasta la brújula.
¿Sabe usted qué sucederá de verificarse que la estrategia de la científica mexicana no tiene afectaciones colaterales? Sucederá que se añadirán esta clase de elementos en productos de limpieza y salud ya comercial –para industrias y nosocomios- o ya del hogar.
En ese caso, el producto de la CTI no será mexicano sino obtenido por una mexicana que halló en el extranjero la oportunidad que México no le ofreció; así como mojado acaudalado, versa el corrido.
Casos como éste incluyen al premio Nobel en Química, radicado en California, nacido en México y a más personas.
En México no se reconoce, vaya ni por mis colegas en CTI, a la industria del conocimiento. Una que deja gran riqueza a las naciones que la impulsan.
Tan así que los temas de CONAGO y Gabinete en la reunión de hoy contienen educación y no hay memoria de haber tratado a la CTI. La de hoy tiene tinte claramente definitorio de candidatura, recuerde usted que se menciona al titular del sector educación como posible candidato a gobernar el estado tunero, sede de la reunión.
No sorprendería se trate con la errónea costumbre de mezclar educación y CTI como un mismo asunto. Como otros, son problemas nacionales con traslapes, aunque de naturaleza distinta.
Luego, si exponer tanta evidencia sobre la necesidad y conveniencia de la CTI ha servido de poco, ¿qué estrategia seguir para colocar a la CTI en la agenda política?
Salir a las calles como grupo de choque; no, no es opción. Que científicos tomen posiciones en CONACYT, bueno, este sexenio es mal ejemplo.
¿Qué más? … Que los profesionales emprendan con conocimiento, tampoco. Primero, ya que los profesionales en CTI mayormente se emplean en el sector público, hay potencial conflicto de interés según la norma actual; a menos que se reforme la ley para favorecer la estrategia. Dudo suceda. Segundo, se requiere de recursos financieros altos y si bien la CTI promueve la movilidad social ascendente, un profesional de CTI no pasa de clase media en nuestro país. Por último, si sucediera, eso luce como política privada y no política pública en CTI.
Algo que sí podemos hacer es impulsar el voto en quienes tengan en su discurso a la CTI, pero con el cuidado del caso, no vaya a salir más caro el caldo que las albóndigas. En contiendas electorales cerradas, como las que habrá en algunos estados y distritos electorales, ese porcentaje puede no ser despreciable.
No debería ser acción aislada, sino complementaria y sin temor a exponerla, al fin es un derecho de las personas: Tener opinión, hacer valer su individualidad votante.
Así, además de perseverar y evidenciar sobre la relevancia de la CTI, actos adicionales son requeridos para ponerla en la agenda nacional.
Así como vamos, no ha sido y quizá nunca será.