
Trump, ¡uy que miedo!
México es uno de esos países donde la justicia es casi inexistente, encarcela a inocentes, tiene presos políticos y en síntesis, campea la impunidad.
El único ex presidente de la República que «pisó la cárcel», fue Luis Echeverría Álvarez, acusado de genocidio por el 2 de octubre no se olvida y tuvo que cumplir una prisión domiciliaria. Cuando el ataque contra estudiantes en Tlatelolco, el longevo político de 97 años de edad, era Secretario de Gobernación y un juez lo señaló de ser el autor intelectual del hecho que marcó la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz y la historia del país. Pero a este hombre le valió la prescripción del delito para quedar libre, impune en lo jurídico, más allá que en lo social y político, está más que condenado.
Fue hasta el momento, el único intento por hacer valer el imperio de la ley en un caso que abrió un herida que nunca cierra y no cicatrizará con su muerte.
Con un presidente que habla de un punto final para los sucesos del pasado, de no enjuiciar a los ex mandatarios mexicanos, se veía muy lejana la posibilidad de ver a otro jefe del Ejecutivo metido en un juicio, pero entonces apareció la justicia de Estados Unidos, detuvo al ex secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna y su jefe, en el sexenio 2006-2012, Felipe Calderón Hinojosa, es un potencial candidato para estar tras las rejas.
La Cuarta Transformación de Andrés Manuel López Obrador no podría entenderse sin aplicar la ley, a quien sea. Ha dicho que si lo pide la gente, podría pensar en reformar la Constitución y entonces sí, abrir juicios contra los ex presidentes. Raro, porque los mexicanos tienen sed de justicia, dicho por Luis Donaldo Colosio y por él mismo. De modo que suena a demagogia ese discurso del punto final, cuando en los hechos tiene la posibilidad de acabar con su principal adversario, Calderón, al que acusa de haberle robado la presidencia en 2006, el político del PAN que acumuló cientos de miles de muertos en una guerra contra el narcotráfico, hoy repudiada y vergonzosamente humillada con el arresto de García Luna.
Inclusive en México, con el Nuevo Sistema de Justicia Penal, cualquier persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, y sería el caso de García Luna -aunque no guste- y del propio Calderón. El problema es que la punta del iceberg no asomó con la aprehensión del superpolicía, sino que estaba ahí desde hace unos años, visible en declaraciones, libros, un secreto a voces.
Si Calderón llega a ser tocado por el brazo de la justicia, entonces sálvese quien pueda, porque todo mundo podrá caer.