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En las últimas semanas, generó una peculiar polémica la instalación de una efigie del dios griego de los océanos, Poseidón, al pie de Puerto Progreso,Yucatán. A través de redes sociales, algunos lugareños comenzaron a difundir la idea de que los graves temporales y la excesiva lluvia en la región (iniciadas con la tormenta tropical ‘Alberto’) eran expresión de la ira de Chaac, deidad maya del agua y de la lluvia. Entre broma y en serio incluso se ha convocado a la población a destruir la efigie griega para ‘apaciguar’ la furia del dios maya.
El tema pasó de lo anecdótico al interés social cuando medios de comunicación nacionales y extranjeros consignaron el conflicto entre efigies mitológicas y supersticiones mientras el primer huracán del año, Beryl, se dirige a las costas yucatecas y se prevé atraviese la península durante la madrugada del 5 de julio. El fenómeno meteorológico Beryl ha sido monitoreado exhaustivamente en su paso por el Caribe y su paso por la costa sur de Jamaica con ráfagas de viento y agua de más de 215 kilómetros por hora; y aunque el huracán ya se ha degradado a categoría uno (alcanzó la máxima categoría días atrás) aún se contempla la posibilidad de que su fuerza de vientos de 150-160 kilómetros por hora no descienda al cruzar la península, entre en el Golfo de México y nuevamente pueda llegar a golpear el norte de Veracruz o el estado de Tamaulipas.
La convocatoria para destruir la estatua de Poseidón fue suspendida debido a la intensa polémica levantada por los noticieros locales e internacionales; sin embargo, el hecho merece una especial revisión debido a cómo las redes sociales potencian ideas, creencias y supersticiones mientras exhiben formas de pensamiento cuya naturaleza no se sabe si es irónica, cáustica o formalmente educativa y cultural.
Como sea, es una buena excusa para hablar sobre mitologías religiosas y procesos de sincretismo cultural que han tenido lugar en las regiones mayenses. Chaac es una deidad maya antigua, relacionada con el agua, el trueno y el rayo. Se le representa como un hombre anciano, con una nariz larga (a veces en forma de trompa) y con colmillos prominentes; en una mano porta una hacha en forma de rayo y, en la otra, un calabazo de la que salen serpientes de agua. La mitología maya lo ubica como un habitante del inframundo que salía de las cuevas y cenotes para hacer lluvia y tormentas; por tanto, la participación de Chaac en la agricultura en esta cosmogonía es indispensable.
Con la llegada del cristianismo a la península (la primera diócesis católica en tierras hoy mexicanas fue erigida justo como Diócesis Carolense de Yucatán en 1518 y fue suprimida en 1525), la evangelización sustituyó el sistema de creencias locales por la historia de la salvación judeo-cristiana. Sin embargo, el proceso de sincretismo religioso hizo converger a la deidad mayense Chaac con el santo católico Isidro Labrador, labriego mozárabe del siglo XI cuyos milagros -casi todos vinculados a la lluvia y a la agricultura- lo hicieron sujeto de devoción popular por casi cinco siglos antes de que fuera canonizado formalmente por el Papa y la Iglesia católica.
Entre los milagros atribuidos a San Isidro están los de convocar a la lluvia, pero también hacer que los bueyes trabajen por sí solos el campo, el rescate de un niño que cayó en un pozo, la protección de los campesinos ante bestias salvajes, la multiplicación de los alimentos y la abundancia de las cosechas. Es decir, es un santo ligado al temporal, al campo y a la agricultura. Las frases populares con las que se conoce al santo madrileño son “San Isidro Labrador, pon la lluvia y quita el sol” y su reverso: “San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol”. Ambas rogativas evidencian una especie de facultad casi divina para manipular el clima a voluntad; por ello, aún en la actualidad, varias comunidades campesinas en la península yucateca mantienen una devoción sincrética a Chaac y San Isidro, con ofrendas y ceremonias. Además, a diferencia de la iconografía clásica española de San Isidro (azadón y bueyes), en México se le representa muchas veces con un hacha y un cántaro-calabazo, como a Chaac.
Sin embargo, ni Chaac ni Poseidón quizá sean las más adecuadas figuras mitológicas que representan los desastres por tormentas e inundaciones. En 1999 se descubrió una plataforma jeroglífica en el Templo 19 de Palenque que hace un relato poco conocido de la mitología maya clásica: El suceso cósmico de destrucción que dio paso a la creación de una nueva tierra. Según el relato, se trata de la decapitación de un caimán con atributos de estrella y venado (el Cocodrilo venado estelar) cuyo torrente de sangre provocaría un caudal decorado de conchas, jade y huesos; así, la muerte del cocodrilo venado estelar traería un proceso de destrucción y renovación del universo, a través de un gran diluvio e inundación.
La historia no queda ahí, en otra inscripción, se muestra al ‘Señor del Maíz’ revestido con un yelmo de caimán muerto (el Cocodrilo venado estelar) y con una mazorca en la mano. Los estudiosos aseguran que es una de las mejores representaciones del sentimiento de renovación de los frutos de la tierra después de las graves tormentas e inundaciones. No sólo para afirmar que después de la tormenta viene la calma sino que, viene la vida, una vida renovada como también dice también ese poema mayense: “Bajarán abanicos del cielo, bajarán enramadas de hojas del cielo, bajarán ramilletes perfumados del cielo. Sonará el atabal, sonará la sonaja”. Ánimo a los amigos de la península.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe