Diferencias entre un estúpido y un idiota
Ante los ojos de todos y frente al asombro de un número cada vez menor de ciudadanos, en México ocurre lo impensable; aquello que parecía imposible hace unos cuantos años.
Sí, sin pudor el gobierno federal y el propio presidente alardean de la mentira y el cinismo, convertidos en sus principales políticas públicas de comunicación.
Peor aún, reputados periodistas, como Jorge Ramos –entre otros–, agradecen de manera pública “la oportunidad” de ser parte del circo mañanero del presidente Obrador al que unos pocos tienen “el privilegio” de cuestionar a sabiendas de que la respuesta siempre será la mentira y el cinismo.
¿Qué respondió y cómo respondió López Obrador a la pregunta puntual de Jorge Ramos, sobre la escandalosa violencia criminal y la impensable ineficacia gubernamental para contenerla?
Sí, sólo mentira y cinismo.
Y esa ha sido la respuesta, no de ahora, sino desde hace poco más de 412 días que asumió el poder López Obrador, el presidente al que la empresa “SPIN” le ha contabilizado casi 18 mil mentiras en 281 mañaneras, lo que promedia 63 mentiras cada día, de lunes a viernes.
Así, pues, la mentira y el cinismo –gemelas de la estulticia–, son las principales armas del gobierno de López Obrador; armas ante las que no existe antídoto alguno y menos una sanción legal.
¿Quién, de los “periodistas” que acuden a las mañaneras se atreve a decirle a López Obrador que miente, que engaña y que sus respuestas llevan una potente carga de cinismo, sobre todo cuando dice tener “otros datos”?
Ningún periodista se atreve porque ay de aquel que le diga mentiroso y cínico al presidente, porque entonces es echado de su empleo.
Pero el verdadero problema, el fondo del asunto, es el daño provocado a los anticuerpos sociales –anticuerpos como las capacidades de indignación, enojo y reclamo–, por el uso indiscriminado de la mentira y el cinismo, que en los hechos se han convertidos en políticas públicas de comunicación.
Es tal el daño que cada día son menos los ciudadanos que se asombran, se indignan y protestan por la mentira y el cinismo oficiales. Y, en sentido contrario, cada día son más los ciudadanos, periodistas, opinadores, críticos e intelectuales a los que les parece natural y les resulta cotidiano y aceptable el uso de la mentira y el cinismo como respuesta del poder público.
Incluso, para el poder público, para el grupo en el poder, hoy es natural y aceptable –y hasta lo prohíja el propio presidente–, lo que habría sido impensable y escandaloso en los tiempos de la consolidación de la crítica y los críticos en los medios, en la sociedad y en la joven democracia mexicana.
Como saben, la crítica al poder presidencial, a partidos y políticos cobró carta de naturalización en los gobiernos de Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Hoy, sin embargo, han vuelto no sólo la censura y la persecución de los críticos, sino la mentira oficial y el cinismo del poder presidencial.
¿Quién se asombra hoy, por ejemplo, de que el presidente mexicano sea uno de los mandatarios más mentirosos del mundo? ¿Quién exige poner fin al cinismo oficial? ¿A quien preocupa o asusta la persecución de los críticos y el desempleo al que son condenados los periodistas que cuestionan al presidente?
¿Quién alza la voz si López Obrador viola la Constitución al ordenar que sea echado de la Corte al ministro Eduardo Medina Mora? Todos callan, nadie dice nada y la Judicatura “apechuga”, mientras los críticos oficialistas tragan sapos y serpientes.
¿Quién, además de dos o tres críticos, han señalado que Rosario Robles es la primera presa política del gobierno de Obrador? ¿Cuántos intelectuales, analistas y dizque críticos han solapado la destrucción del sistema de salud? ¿Cuántos se han atrevido a decir que se trata de un crimen de lesa humanidad?
Salvo la prensa oficialista, los críticos y periodistas fanatizados, el resto de opinadores, intelectuales y periodistas saben que Obrador lleva al país a la ruina económica, política y social; que la crisis de inseguridad y violencia no tendrá fin sin un cambio radical y saben que pronto viviremos tiempos como los de Echeverría, López Portillo y Miguel de la Madrid.
Sin embargo, esos opinadores, intelectuales y periodistas prefieren cuidar su empleo apoyados en la simulación, la comodidad del silencio y la complicidad para no hacer enojar al tirano, en espera de un milagro que podría venir de quién sabe qué capilla.
La mentira y el cinismo ya son una política pública del gobierno de López Obrador que día a día envenena más a la democracia mexicana.
¿Hasta cuando seguirá la complicidad mediática?
Al tiempo.