El episcopado ante el ‘segundo piso de la 4T’
Se ha anunciado, por Tesla tanto como por los Gobiernos Federal y Estatal, una megafábrica de vehículos eléctricos en las cercanías de Monterrey, la proyección es en Santa Catarina.
Se han alineado las voluntades, la megafábrica será construida y en no mucho tiempo se integrará a la estrategia globalizadora de Tesla; luego entonces, es menester analizar el asunto para la mejor y duradera relación.
Digamos primero que hay varias armadoras en México, distintas marcas producen automotores; incluso BMW en SLP presume un modelo como completamente diseñado por mexicanos, Nissan tiene décadas en Aguascalientes, así otras; sin olvidar que también hay una marca mexicana en busca de mercado desde hace algunos, pocos, años: Zacua.
Es decir, ni es el gran evento único ni debe ser menospreciada la decisión; una vez con ecuanimidad en mente, veamos.
¿La noticia es importante?, sí, lo es; la inversión es de 10,000 millones de dólares, mdd, muy buena para México; aunque en contraste con las remesas representa aproximadamente dos meses, recordemos que por este concepto ingresan alrededor de 5,000 mdd por mes; una diferencia entre las remesas respecto de la inversión de Tesla es que las primeras se usan en “gasto corriente”, consumo, pues, mientras que la segunda impacta “gasto de inversión”, ambas son favorables.
Se espera que la inversión impulse crecimiento en empleos, desarrollo inmobiliario, construcción de infraestructura (ferroviaria, carretera y telecomunicaciones), pero sobre todo que atraiga mas inversiones mediante empresas proveedoras de bienes y servicios con algún grado de calificación para la industria automotriz; es decir, además de los empleos, se espera que haya clientes adicionales para maquiladoras de metamecánica y compósitos, prestadores de servicios de mantenimiento, alimentos, transporte de personal, asuntos de cumplimiento legal y un largo etcétera.
Por otro lado, esta megafábrica y las empresas del ecosistema que impulsará atraen grandes problemáticas que se verán reflejados mas allá del consumo de agua -de lo cual se teme impacte al acuífero Buenos Aires del Parque Nacional Cumbres-, incluido el consumo del vital líquido donde actualmente compiten lo industrial, agropecuario y humano en aquella urbe.
Palacio Nacional muestra, una vez mas, ignorancia de la complejidad en la realidad concreta, sólo presionó por agua; se ha prometido plantas de tratamiento, sin especificar si incluirá tratamiento de agua municipal y agropecuaria o sólo los residuos industriales desde la megafábrica (de pinturas se dijo en palacio).
Entre los problemas a resolver, que no han sido exclusivos de esta inversión, están la planeación municipal, migración (con consecuente incremento, reclamo y necesidad de servicios públicos), movilidad de personas y carga, impacto medioambiental en recursos bióticos y abióticos (no olvidemos que la norma medioambiental en NL es mas blanda que en California), estrés sobre la demanda de electricidad respecto de la capacidad real instalada, y otro largo etcétera.
Ahora bien, en relación a la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI; es un hecho histórico que las grandes armadoras automotrices no han tenido impacto real en la consolidación del sistema científico nacional; el CONACYT de la administración anterior impulsó, tímida y frágilmente, la formación de un clúster automotriz que incluye a CPIs, el cual está desdibujado dadas su estructura formal y las decisiones federales actuales.
La inserción de CTI en el ecosistema de las armadoras no es asunto trivial, demanda seguridad ante robo de planos, códigos y diseños de alta tecnología (el FBI tiene colaboración cercana con empresas californianas de base tecnológica, incluso Tesla tiene historia de intentos de robo).
Pese a contar con talentos y alguna infraestructura, las IES y CPIs no están normativa ni administrativamente listas para retos de magnitud global; quizá haya garbanzos de a libra, pero no será sistemático ni generalizado; es una oportunidad mas.