
Los niños que fuimos
Hace pocos días se dio en Guadalajara, Jalisco, la Megamarcha, una manifestación que reunió a mas de cien mil personas; algunas crónicas han señalado 120,000.
En público el reclamo tiene foco en la autonomía académica y defensa del presupuesto de la Universidad de Guadalajara, UDG; un balance de fuerzas políticas tras bambalinas.
Dos elementos promovidos desde Palacio Nacional han prevalecido en el presente sexenio, coincidente entre el gobierno local y el federal.
Un elemento es una coacción por la vía presupuestal con el pretexto de austeridad, esto primero como un mecanismo de control, y el segundo se antoja en la ruta 2024, así de adelantadas las cosas, por interés de control político, dónde se usa como herramienta el manejo de masas.
Para el tema del presupuesto, a pesar que los reclamos se vierten sobre el gobierno local, el recurso federal es la fuente del problema.
El asunto toma cada vez mas arraigo en la población -también en Nuevo León está en el imaginario colectivo-, incluso en la legislatura jalisciense, mediado un referendo a la población, se habla de retomar la discusión de los recursos desde la federación; no se habla de separación, sino de abundar en el tema del pacto fiscal.
Lo que resulte impactará a la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI; podría emerger, según se reúnan fuerzas políticas en mas estados, una orientación hacia la autonomía del consejo nacional encargado de las políticas públicas federales en esta materia, ya veremos la evolución.
En el manejo de masas la cosa es mas compleja por ser tripartita; el gobierno federal y su partido, el local con el correspondiente, y liderazgos universitarios con sus satélites culturales como la FIL y otros.
En medio, la preocupación genuina de la comunidad universitaria en la UDG, la de a pie, sobre su quincena y también sobre las condiciones institucionales para generar y aplicar conocimiento, así como para transferirlo en las aulas; en las dificultades subyace la expresión pública de autonomía y la necesidad de recursos para laborar competitivamente, de ahí el caldo de cultivo para un llamado masivo.
Entretanto, políticos profesionales voltean la cara a los hechos.
En otra arista de la CTI, se ha convocado para el próximo sábado 4 una marcha con sutil pero interesante punto de contacto con la comentada arriba; ésta en la CDMX.
El llamado es a defender la autonomía de la CTI y sus instituciones, pero con un énfasis, muy marcado, en la renuncia de la titular del CONACYT; quien ha despreciado no sólo a manifestantes del CIDE, sino, inclusive, a la comisión de Ciencia y Tecnología del Senado de la República con el argumento, absurdo por demás, de estar muy ocupada.
Un desafortunado, pero altamente probable, vaticinio es que las autoridades ignoren, una vez mas, este llamado de la comunidad en CTI para resarcir la condición de la generación y aplicación del conocimiento en el ámbito federal y a restaurar la confianza en órganos colegiados evaluadores.
El sexenio está en recta final, tiempos electorales avanzan y anticipan el cierre; aun así la voz se escucha, cada vez mas fuerte, la comunidad en CTI está cansada de la desvaloración sexenal, una que ha sido reforzada desde posiciones directivas, un desdén disfrazado con ideología, aunque es por resentimiento de quienes ocupan sillas en diferentes niveles.
La inexorable temporalidad alcanzará a quienes se autoperciben escudados en la popularidad y manejo de programas clientelares; con ejercicio indebido de recursos humanos, materiales y financieros en procesos de elección.
La voz suena con mayor frecuencia y mas fuerte cada ocasión, mas tumultuosa será cada vez mas difícil de ignorar; por ser bastión de la movilidad social ascendente la CTI se defenderá en lo masivo, lo electoral y lo legal.
Por tener intelecto productivo será difícil de vencer.
Una comunidad tolerante experimenta cansancio, esa comunidad valiosa hallará eco en diversas latitudes, cuidarla sería un acto de responsabilidad social; pero hay mucho oído sordo.