Esquiroles de oposición, apoyan a Morena
Da frío observar cómo el gabinete presidencial se hace chiquito ante la primera crisis fuerte del gobierno por un problema de seguridad, en la que nadie asume su responsabilidad ni aporta una idea para quitarle los golpes o abrirle puertas de escape al Presidente por el desastre en Culiacán.
Qué falta de oficio en ese equipo. Malísimos.
La secretaría de Gobernación ha brillado por su ausencia, cuando es evidente que se trata de un asunto de seguridad interior que le compete.
Nadie le pide a la titular del ramo que diga algo sobre el caso concreto y cierre la conversación, porque una jurista como ella sabe que se pisoteó la Constitución, no hubo un sustento jurídico para el operativo y el presidente violó la ley al ordenar que soltaran al preso.
Sin embargo podría ayudarle a su jefe con un tema distractor que invitara a la ciudadanía a pensar que fue un hecho aislado y que se tomarán medidas para que no vuelva a ocurrir. O qué se yo.
Nada. Ni una idea. Ni una mísera tabla al presidente para que se tome de ella y diga algo interesante o alentador en sus conferencias mañaneras, o que sirva para ganar espacios en los periódicos y noticiarios de radio y televisión.
Eso quiere decir que Olga Sánchez Cordero y su equipo están vacíos y no pueden aportar nada al gobierno en un momento de crisis en el área de su competencia.
Aunque dada su preparación, lo más probable es que la ex ministra repruebe por completo lo sucedido en Sinaloa y tampoco haya sido consultada cuando era la primera persona a la que debieron preguntar -después del visto bueno del presidente- para realizar un operativo así.
El secretario de Seguridad Pública se enredó en una telaraña de mentiras que hasta el día de hoy nos tienen en la confusión absoluta, han provocado nuevas mentiras, y si el presidente dice la verdad no se le cree por las falsedades iniciales difundidas por Alfonso Durazo.
La noche de la crisis, hace una semana, el titular de Seguridad Ciudadana no solo mintió y se contradijo, sino que salió a los medios a insultar al ex presidente Calderón con una socarronería vulgar e impropia de un secretario.
Después no ha vuelto a aparecer, no obstante tener el respaldo presidencial.
¿Alguna idea para sortear la crisis y atenuar el impacto al gobierno al que pertenece? Nada. Cero.
Ni siquiera un mensaje a la población para que sepa que no quedarán impunes los que armaron ese acto terrorista en Culiacán y que los presos evadidos, federales en su mayoría, serían recapturados.
El vocero presidencial, Jesús Ramírez, está borrado. Fue incapaz de ordenar líneas de comunicación entre las dependencias involucradas en el desastre, para dar un mensaje coherente a la ciudadanía.
Se paralizó el gobierno federal y el presidente se quedó hablando solo en las mañanas sin tener el respaldo de su equipo con acciones y temas que den alguna apariencia de que hay un equipo trabajando.
El único que tuvo capacidad de reacción fue el secretario de Relaciones Exteriores.
Lo hizo con oficio e infló temas gastados pero que sirvieron un poco para hacer ver que al desastre seguían medidas de gobierno.
Ebrard se sacó de la manga una reunión con el embajador de Estados Unidos, Christopher Landau, y emitió un comunicado rimbombante que acaparó espacios en noticiarios y portadas de periódicos: “México y EU acuerdan sellar la frontera al tráfico de armas”.
Obviamente no hay tal “sellamiento” de la frontera y las armas seguirán entrando igual mientras no haya medidas legislativas en Estados Unidos para prohibir su venta indiscriminada en las 22 mil 689 armerías y puntos de venta en los estados limítrofes con México.
Puso a hablar al presidente con Trump y se pudo reproducir el respaldo del mandatario de Estados Unidos. No hay tal respaldo (ver el tuit del hijo de Trump en que dice que la debilidad de México ante el narco amerita construir el muro), pero fue tema y noticia.
Si los demás secretarios, especialmente los involucrados en el operativo, hubieran puesto temas para airear el ambiente comunicativo, quizá el gobierno no se encontraría tan atrapado como lo está hoy en las mentiras y contradicciones de un caso que lo marcará en el resto del sexenio y más allá.