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Rómulo, baja colateral en la pugna de Américo y Cabeza de Vaca
CONACYT ha reportado, el pasado 8 de febrero, que una de sus actividades institucionales ha sido reunirse con empresarios para temas de electromovilidad, energía solar, automotriz; en el contexto del Plan Sonora.
No perdamos de vista que estamos a poco mas de un año del proceso electoral para cambio de Gobierno Federal.
Sin perder de vista que el actual jefe del Estado Mexicano quisiera perdurar transexenalmente su influencia; los escenarios no lucen posibles para preservar de poder dadas la fragilización de la economía -vea el PIB-, desestructuración de programas, líos internacionales, etcétera; es probable que las bombas políticas le estallen a quien suceda a Huey Tlatoani, sea quien sea.
Luego entonces, al nivel de un consejo consultor del Gobierno Federal, como lo es CONACYT, esta clase de reuniones, en condición avanzada del sexenio, luce desdibujada; pretende ser un esfuerzo, aunque desorientado, a la construcción de políticas públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, en su vértice de impacto empresarial.
No se sabe si alguno de los Centro Públicos de Investigación, CPIs, haya participado, estos son los actores que podrían concretar la interacción empresarial de CONACYT; tampoco olvidemos que CONACYT no tiene estructura para concretar investigación en CTI, sino que dicta políticas públicas federales y coordina a unos CPIs y ejecuta programas como el SNI, becas, fondeo de proyectos en diferentes grados de maduración tecnológica y algunos pocos mas.
Tampoco sorprendería que empresarios o sus líderes participen de tales reuniones, a la iniciativa privada siempre le cae bien la miel derramada al bajar recursos financieros mediante programas; pero no hay posibilidades concretas ya que CONACYT está enormemente escaso de recursos, se nota en las ministraciones tardías, programas muy limitados y algunos otros índices, como el presupuesto formal en el PEF.
Por ello, plantear programas en reuniones de trabajo se antoja mas como una ronda para generar opinión a la desastrosa iniciativa de reforma de ley en materia de CTI; hecho que se confirma por la campaña que Directores Generales de CPIs han lanzado, mas como deficientes actores políticos que como directores científicos, sumisos, cual veletas, a los vientos de decisión oficial.
También CONACYT se ha dado a la tarea, a posteriori, de promover la iniciativa de reforma enviada desde Palacio Nacional, con seminarios como el iniciado el mes que corre y llamado: “Reflexiones críticas sobre políticas, normas e instituciones. La iniciativa de Ley General en Materia de HCTI y la necesaria renovación del marco jurídico nacional”.
Este seminario, como todos los intentos de CONACYT, sólo es un claro, tardío y débil esfuerzo disfrazado de consulta y difusión de la iniciativa que ya está en comisiones de la Cámara de Diputados, ¿a quién le quieren ver la cara?
A los empresarios no creo, porque como se ha dicho arriba, seguramente participan en busca de miel que se derrame; pero, como no se chupan el dedo, en sus cuentas mentales seguramente tienen presente que CONACYT no tiene recurso.
Entretanto, la comunidad en científica nacional no sólo se siente descuidada, sino que, además, atacada y ofendida por los actos de CONACYT; sólo en las cuentas alegres de las oficinas en Insurgentes Sur y las de los Directores Generales de CPIs creen que hay calma en la comunidad, cada vez hay mas indicios de inestabilidad y molestia.
Las universidades públicas no son excepción, incluso algunas hay hecho saber a su personal que no deben fincar sus estrategias de generación de conocimiento en apoyos de CONACYT; así el grado de desconfianza.
Por la anterior breve reseña del desastre, se puede aseverar que el CONACYT actual ni es actor en favor de la comunidad científica nacional, ni ha generado políticas de impacto en sectores sociales, incluido el empresarial, ni ha servido como actor político para atraer la intención y voluntad de quienes como generadores de conocimiento son profesionales de la CTI.