
Adiós a Nina Lara, la última resistencia
Francisco I. Madero nació, un día como hoy, pero de 1873 en Parras, Coahuila, en el seno de una de las familias más ricas e importantes del norte de México.
En París, donde realizó estudios de peritaje mercantil, descubrió –a los dieciocho años- el espiritismo, que asumió desde entonces como una guía ética. Guiado por los consejos de los espíritus con los que creía comunicarse, entre ellos el de Benito Juárez, decidió en 1904 incursionar en la política oponiéndose a la reelección del gobernador Miguel Cárdenas.
La labor política de Madero se fortaleció en el ámbito estatal y comenzó a establecer comunicación con otros opositores al régimen de Porfirio Díaz, como Ricardo Flores Magón a quien ayudó a financiar, por un tiempo, su periódico Regeneración.
Con calma y cuidado, Madero empezó a trazar un plan político minucioso. Apoyado en sus creencias espiritistas, se sentía predestinado para darle libertad al pueblo.
Tras la entrevista Díaz-Creelman, en la que Díaz afirmó que, tras tres décadas en el poder, no participaría en las elecciones de 1910, Madero dio el paso siguiente en su plan. Escribió un libro, La Sucesión Presidencial. Madero diagnosticaba los males de México: El poder absoluto, el militarismo, el poco interés del gobierno por las necesidades del pueblo. Y propuso su solución con democracia.
Madero planteó limitar el poder y volver a la práctica de la constitución de 1857. Su lema fue “Libertad y Sufragio, No reelección”. Madero no deseaba derrocar al gobierno de una manera violenta, sino deseaba una transición pacífica decidida por las urnas electorales. Pero su visión cambió al conocer personalmente al General Porfirio Díaz. Se dio cuenta que aquel hombre no cedería el poder y sólo una revolución armada terminaría con la dictadura.
Para preocupación de Porfirio Díaz y sus seguidores, el ascenso del antirreleccionismo, encabezado por aquel hombre, al que llamaban loco, era vertiginoso. Comenzó entonces la represión contra los maderistas y el propio Madero fue detenido en Monterrey, acusado de connato de rebelión y trasladado al penal de San Luis Potosí. En la cárcel recibió noticias del triunfo fraudulento de Díaz en las elecciones y escribió, con la colaboración del poeta Ramón López Velarde, su Manifiesto la Nación, el Plan de San Luis, que convocaba a una sublevación con fecha precisa el 20 de noviembre de 1910.
Madero consiguió escapar de la prisión y ya en territorio estadounidense publicó su plan. Llegada la fecha señalada entró de nuevo a México. Aunque no lo sabía, poco a poco comenzaron a aparecer focos de insurrección, especialmente en el norte del país. En febrero de 1911, Madero atacó la Ciudad de Casas Grandes, donde resultó levemente herido. Las batallas se multiplicaron con importantes triunfos para los revolucionarios y, a principios de mayo, consiguieron tomar la fronteriza Ciudad Juárez. Este hecho señaló el momento en que la dictadura de Díaz cedió y el día 21, de ese mismo mes, se firmaron entre gobierno y rebeldes los tratados de Ciudad Juárez. Como se estableció en ellos, Porfirio Díaz renunció unos días más tarde y partió al exilio.
El 7 de junio, de ese mismo año, Madero hizo su entrada triunfal en la Ciudad de México, donde lo aclamaron cien mil personas. Pero el vencedor había decidido no acceder al poder por las armas. Permitió que se estableciera un gobierno interino encabezado por el porfirista Francisco León de la Barra y accedió al licenciamiento de las tropas que le habían dado el triunfo. Ambos resultarían graves errores. El presidente interino, León de la Barra, se esmeró en enemistar a Madero con otros jefes revolucionarios como Emiliano Zapata y Pascual Orozco. Madero intentó mediar, pero los antiguos rebeldes no entendían por qué debían esperar para satisfacer sus demandas.
En noviembre de 1911, tras unas elecciones ejemplares, las más democráticas de la historia de México, Madero finalmente llegó a la presidencia. Pero su alianza con los revolucionarios de había socavado y, casi enseguida, Zapata lanzó el Plan de Ayala y se rebeló en su contra.
El gobierno de Madero duraría apenas 15 meses que transcurrieron entre la oposición del Senado y la Suprema Corte de Justicia y, la animadversión del embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson. Incluso la prensa, que había despertado apenas a la libertad de expresión, encontró en Madero el blanco de sus ataques, caricaturas y burlas. Su hermano Gustavo afirmaba que “la prensa muerde la mano que le ha quitado el bozal”.
Pese a todo durante el gobierno maderista hubo avances importantes en el ejercicio de las libertades, construcción de carreteras y la pluralidad legislativa con una Cámara de Diputados electa libremente. No obstante la prensa alentó un sentimiento continuo de agitación en la población, ambiente favorablemente para el golpe militar, en su contra, que estalló el 9 de febrero de 1913.
Durante diez días, a los que se les conoce como la decena trágica, el gobierno combatió a los militares rebeldes, teniendo como campo de batalla a la propia Ciudad de México que sufrió grandes destrozos. Félix Díaz y Manuel Mondragón, que encabezaban el ataque se refugiaron en el edificio de La Ciudadela. Madero entregó el mando de la plaza al General Victoriano Huerta, quien se había distinguido en el combate a los orozquistas, para que se enfrentara a los sublevados. Pero Huerta tenía su propio plan y pronto entró en comunicación con Díaz y Mondragón. Sus ataques a la Ciudadela comenzaron a ser sospechosamente poco certeros y, al mismo tiempo, sacrificó soldados leales a Madero. E 17 de febrero, mientras continuaba el bombardeo de la ciudad, Gustavo A, Madero, hermano del Presidente, descubrió que Victoriano Huerta estaba coludido con Félix Díaz y Mondragón y lo arrestó personalmente. Llevado frente a Madero, Huerta juró su inocencia y prometió ayudar al Presidente a reestablecer la paz. Madero tomó una decisión suicida: Le devolvió su pistola a Huerta y le confirmó el mando.
Huerta consumó entonces su traición. El día 18 Madero fue hecho prisionero, después de la balacera en el Palacio Nacional. Mientras tanto Huerta invitó a comer a Gustavo y lo aprehendió. Ese mismo día el hermano del Presidente fue asesinado cobarde y brutalmente en la Ciudadela, después de dejarlo ciego.
Madero y su Vicepresidente, José María Pino Suárez, fueron obligados a renunciar el 19 de febrero. Pedro Lascurain, su sucesor, fue presidente por apenas 45 minutos, antes de dimitir a favor de Victoriano Huerta.
Aunque se había prometido enviarlo al exilio en Cuba, la noche del 22 de febrero mientras se le trasladaba, junto con Pino Suárez a la penitenciaría de Lecumberri, el Mayor Cárdenas, encargado de su custodia, lo asesinó con su pistola. Al día siguiente el gobierno de Victoriano Huerta afirmó que Madero había muerto en la balacera que había seguido a un intento de rescate de sus partidarios.
Me quedo con la palabras del médico y militar queretano José Jesús Leonardo Eugenio Siurob Ramírez quien, siendo diputado federal, el 25 de septiembre de 1925, cuando el Congreso de la Unión declaró a Madero Benemérito de la Patria y su nombre fue inscrito con letras de oro en el Salón de Sesiones del Congreso de la Unión, expresó “…el nombre de Madero ya está con letras imborrables en el corazón de todos los patriotas, pues en la conciencia de todos los mexicanos está (…) quien abrió el camino glorioso a la revolución mexicana, fue el que sembró la primera semilla de las ideas sociales en el país y, por último, fue el que consagró con su vida el triunfo de las ideas democráticas…”.