Se investigará a fondo incidente en el Riu: Ana Paty Peralta
El dirigente del PRI, Alejandro Moreno, de modo desafortunado ha traído al centro de la atención a Luis Donaldo Colosio, padre e hijo. El dirigente tricolor respira por la herida; debe asumir que Movimiento Ciudadano le echó a perder su diseño de reproducirse en el poder en Campeche. Dante y los suyos no lo debieran tomar a mal, simplemente ignorarlo. El esquirol de la oposición que acusa de esquirol al partido que, consistentemente se ha sumado a la oposición es condena que se revierte.
Relevante es el Colosio regio. Alejandro Moreno se peleó con la historia y, todavía más, con la leyenda. Cada cual tiene su propia idea de Luis Donaldo ausente, el sonorense. Moreno, Krauze, Arreola, Liébano, Zedillo, Rojas, Robledo, Salinas, Rivapalacio, Hopkins, Silvia Hernández, Durazo, Ortiz Arana y muchos más que le trataron o conocieron. Para efectos de lo que significa, mito o narrativa, resulta relevante el Colosio de Netflix, la leyenda. Colosio no pertenece a nadie, menos al PRI, y todavía menos al PRI de Peña Nieto, ahora dirigido por dos exgobernadores, Moreira y Moreno, hundido en el desprestigio a causa de la venalidad desbordada de su nomenclatura y del silencio cómplice de muchos más.
Cada cual construye a su Colosio. A la medida de lo que saben o creen saber. También los intereses cuentan y promueven su propia narrativa: la versión más evidente es la que promueve el mismo Salinas al presentarlo como peón sumiso de su juego. La imagen de Diana Laura, poderosa influencia en el joven Colosio y de irreprochable y valiente conducta después de la tragedia, prueban que Colosio no era quien Salinas pensaba, una opción a modo y de continuismo. La herida salinista infligida durante la campaña y el ascendiente genuinamente popular del candidato anticipaban ruptura, como bien lo sabían quienes con él vivieron la campaña.
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