Economía en sentido contrario: Banamex
Vivimos en una época en que la política no tiene un sustento ideológico real. No tiene principios, ni bases, ni tendencias; simplemente responde a las percepciones que tiene la masa poblacional y que se traduce en votos para aquellos que saben escuchar sus sesgadas opiniones. Un partido presenta una propuesta, si acaso, y esta propuesta es arrastrada por las olas de la opinión pública, muchas veces englobada en las impredecibles redes sociales. Teniendo en cuenta el rumbo que lleva esa propuesta, se puede determinar si prospera o no. Algunos dirán que esto es democracia pura, pero en realidad no lo es, porque la democracia significa la elección de las mejores opciones en beneficio del pueblo, hechas por los representantes más capaces, hábiles y doctos del propio pueblo. No es un concurso de popularidad o de rating.
De aquí nace el carácter populista de la política mexicana de los últimos años. Es más importante que un candidato sea una celebridad a que sea una persona con capacidad. Quienes se están preparando para tomar las riendas de nuestro país escalan los peldaños del poder político a través de sus likes, sus Posts, sus reels, sus Stories, etc. Adiós a las épocas en que el trabajo social y las propuestas originales eran lo que creaba interés en el público y generaba seguidores o detractores de quienes pretendían ser líderes.
De ahí que a los políticos ya no les interesan las ideologías. Se asocian y se disocian de los partidos de acuerdo a la conveniencia y al respaldo que obtienen, no en función de una afinidad real con los principios y valores de dicha unidad política. Hoy se pintan de un color, mañana de otro. En un tiempo padecimos una miríada de partidos políticos, algunos de ellos pequeños que no apuntaban ni tenían alguna ideología que representara algún sector en particular de la sociedad. Mientras que otros, los partidos mayoritarios, atraían a los grupos grandes que convergen en sus formas de pensar, sosteniendo al menos un color, una orientación y principios fundamentales.
Hoy en día, los partidos navegan con cualquier bandera. Parafraseando al gran Groucho Marx, pareciera que dijeran «si no les gusta la ideología que tengo hoy, vuelvan mañana y les presentaré otra». No hay integridad, no hay solidez, no se puede generar confianza en políticos cambiantes que hoy piensan de una forma y mañana de otra. Si llegan a cambiar de idea, no son capaces de admitir si vienen de un error o van a otro. Todo se trata de conveniencia. Y nuestra actitud al recibir estas oscilaciones normalmente resulta cínica; sí, toda la nación se ha vuelto un país de cínicos.
Por ello, tratar de congeniar en sus posturas a dos partidos populistas resulta como querer meter un rinoceronte y un elefante en un tinaco. Es imposible, a menos que se haga a la fuerza. En días pasados, ante la presencia de Claudia Sheinbaum, Mario Delgado y diferentes personalidades que andan en el entorno de la susodicha candidata de Morena, se percibió un acre olor a oposición por parte de los verdes locales, supuestos aliados por la voluntad y el capricho de los altos mandos, en este caso, Manuel Velasco. Se enfrascaron en combates reales, físicos (a sillazos), que fueron atestiguados por los lentes de algunos divertidos camarógrafos improvisados, que siempre hay entre la ciudadanía.
Ellos, los involucrados, lo comprenden. Quienes no lo entienden son las altas cúpulas que quieren forzar la mezcla de agua y aceite. No comprenden que, aunque en teoría tengan las mismas ideas, el conjunto ideológico no es palpable ni sostenible. Esto provoca que las bases, los soldados de infantería, los seguidores, no estén de acuerdo en aliarse entre sí. Y vemos escenas como las que se percibieron en dicho evento. Y esto es el meollo de la 4T. La insostenibilidad de su paso por la historia se debe principalmente a la falta de profundidad en sus preceptos, estrategias, líneas de pensamiento y visión a futuro.
Las pocas muestras que existen de estas posturas son incongruentes y huecas. Tan pronto las emiten los grandes políticos, hay quienes tienen evidencia de que no es así, que la verdad es exactamente lo contrario. Este monero le pide que tenga en mente, por ejemplo, el tema de la lucha contra la corrupción que tanto ha promulgado Andrés Manuel. Esta lucha se ve seriamente debilitada cuando se exponen hechos como sus hijos disfrutando de lujos, sus otros parientes recibiendo sobres amarillos y licitaciones a su antojo, o cuando vemos que dentro de su propio equipo tiene a un corrupto como director de la Comisión Federal de Electricidad. La anticorrupción es un principio fundamental de Morena, pero no tiene sustento. Sin ese sustento ideológico y de valores, no es raro que existan personas que solo defienden a los políticos por razones incongruentes y huecas. Porque todo es así en la nueva política mexicana.