Fraude e impunidad en Diputados
La necesidad de ser aceptado en la sociedad, ha generado innumerables transmisiones día a día en los muros de las redes sociales, aún más en sus historias. Es impresionante lo que una proyección personal destinada para catapultar la imagen de celebridades y famosos, es ahora una herramienta masiva emulando denostar que existimos, que somos alguien, que quizás somos el ejemplo a seguir. Ya de por si estamos inundados de transmisiones de todo tipo y actividad social, dónde salen a relucir gran cantidad de consejos sin sustento y noticias falsas, todo ser humano resultó celebridad de la noche a la mañana, y se vino a reforzar con el Tik Tok, un encierro total que a muchos les afloró ese artista de la pantalla que había estado escondido en su subconsciente por muchos años y no podían manifestarlo por razones desconocidas. Encontramos actitudes de todo tipo. La sociedad del espectáculo es el mal de nuestros tiempos, pervirtiendo la espontaneidad de nuestras relaciones humanas y adulterando el conocimiento del mundo, alterando totalmente ese maravilloso encuentro entre las personas cara a cara que proyectaba un sinfín de reacciones emotivas para entablar relaciones afectuosas. “Toda la vida en las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación”, así lo manifestó el filósofo Guy Debord en una publicación de una de sus obras por allá en los años 70s. Que tan distante se pensaría que de haber vivido la época actual, probablemente no la hubiera escrito o no hubiera tenido impacto. Debord aplica el término fetiche de las publicaciones sociales a los contenidos de Marx, al estudio de las relaciones en la sociedad moderna y la influencia que en ella tienen los medios de comunicación, pero hoy en día se convirtieron en redes sociales. Las imágenes que se crea la sociedad parecen una construcción propia y ajena a sus protagonistas. Las relaciones humanas no serían más que interacciones que desean ser representadas en su forma, pero no encuentran el más mínimo sentido si se viven como una experiencia directa y no demorada. Situación que si aplica para una transmisión de un concierto, ya que su impacto radica en directo. Pero una persona, proyecta tanto sentido de su personalidad que se pierde el interés de llegar a descubrir esas cualidades y talentos que pudiesen ser atractivos para generar una empatía social, en pocas palabras, lograr una amistad o quizás algo más. La sociedad ha creado una imagen en la que vemos lo que producimos como una realidad paralela. En la medida en que la vida la convertimos en un producto, más separados estamos de ella y de su realidad; pasamos a ser representaciones que resultan más o menos atractivas para los demás, ocasionando que nuestras verdaderas realidades se unan. En las redes proyectamos la forma actual de definir las relaciones de amistad o románticas, que están condicionadas por la rentabilidad de la imagen con la que me voy a relacionar a través de la proyección. Las relaciones pasan a ser mercancías expuestas en la sociedad. Realmente no se sabe con certeza el tipo de personas que somos detrás de una pantalla, nos hemos convertido en esclavos de nuestra imagen al estar nuestras realidades deterioradas. Somos incapaces para buscar una realidad con sentido, esto nos lleva a la necesidad de construir una imagen de nuestra realidad adulterada y estática. La necesidad de disfrutar del espectáculo y transformar nuestra vida, provoca que se convierta nuestra realidad en una interminable representación día a día en cada aplicación de nuestras redes personales. Todo ello provoca que seamos esclavos de la inmediatez del momento presente, y estemos sujetos a la representación posterior que hacemos de este, no medimos consecuencias futuras. Lo contrario a vivir, es hacer ver que se vive mejor que los demás. Una imagen dice más que mil palabras, “vamos a publicar una foto en Facebook” es una frase que escuchamos una y otra vez en nuestras vidas. Guy Debord no se equivocó al postular que estamos perdiendo nuestra propia vida para convertirla en espectáculo. Las redes sociales nos sirven para darnos una fama que no tenemos, pero insistimos en crearla, y en muchas ocasiones, vivimos o actuamos conforme queremos que nos vean. Nuestra vida es más una mercancía que exponer que algo autentico para nosotros. La sociedad capitalista nos impone una mentalidad casi de mercancía, que hemos dividido en dos: nuestra vida “espectáculo” y nuestra vida “real”. ¿Qué vida estás viviendo tú?