Libros de ayer y hoy
En fechas recientes hemos sido testigos de la presión pública y política que diferentes grupos y gremios ejercen con base en su derecho a la resistencia para innovar.
En parte, comprendo, la inconformidad se debe a la carencia de normas, reglas adecuadas, piso parejo, pues. Otra parte se relaciona a la falta de costumbre relativa a la innovación.
Pensemos en los taxistas; quienes por cierto también podría desarrollar aplicativos móviles confiables, ya que nada se los impide sino sólo su resistencia a la innovación.
Los taxistas, en esta esquina, con el argumento del derecho a un trabajo digno, muy loable, se han expresado en vías públicas de la megaurbe mexicana. Como en la lucha libre, en esta otra, los conductores que dan servicio mediante aplicaciones móviles también tienen el mismo derecho al trabajo digno. Resultado: enfrentamientos.
La falta de reglas claras que más bien son normas obsoletas, sin elementos de ciencia, tecnología e innovación, CTI, no puede resolver el conflicto pues en ambas esquinas asiste el mismo derecho y atienden mercado similar. Y para complicarla más, los impuestos son diferentes para unos que para otros. En las aplicaciones móviles apenas, recientemente, tienen gravamen.
Imaginemos qué pasará cuando ingresen los taxis voladores, eléctricos y con hélices, a dar el servicio. La normatividad está lejísimos de entender tal situación. En tal caso, además, deberían tener interacciones la SCT, IFT, CONACYT y ECONOMÍA, quizá otras más, para obtener una normatividad.
Empecemos con la reflexión sobre un consejo nacional de ciencia y tecnología, CONACYT, funcional, uno de apoyo a los tomadores de decisión y autoridades en los tres niveles de gobierno. Ese debería estar propiciando ajustes, actualizaciones y normas novedosas. Incuso interaccionando con otros sectores de gobierno y, también, las entidades federativas que cuentas con órganos en CTI.
CONACYT está autorralentizado solo con las modificaciones a la Ley de Ciencia y Tecnología, LCyT. Eso no avanza y ahí sigue detenido.
No le alcanza la vida a CONACYT porque esta liado con los investigadores, su presupuesto es muy escaso y la falta de oficio y actores políticos le impide resolver civilizadamente los conflictos en la materia; resolverlos sin enfrentamientos.
No es ajeno que, pareciera, los diferentes sectores de gobiernos hablen lenguas distintas; que no se comuniquen. Eso es un grado de complicación adicional. Y no se ve claro el horizonte de solución para la LCyT; menos para actualizar otras normas que entiendan y conozcan de innovaciones.
La resistencia a la innovación no sólo está en la gente sino en instituciones como CONACYT; paradójicamente.
Ya se están fabricando vehículos autónomos de entregar en ciudades, taxis aéreos para un sólo pasajero o múltiples. Pero ¿estamos preparados? Difícilmente alcanzaremos al desarrollo tecnológico mundial, me refiero a gozar de los beneficios de éste, Pero podríamos reducir la brecha para ello con normas más ágiles y procesos normativos más rápidos.
Ni qué decir de innovaciones inimaginables, de accesorios y dispositivos. Servicios, bienes y mucho más queda fuera de normatividad por ausencia de ésta.
Entretanto, los grupos y gremios se confrontan y violentan. Presionan en la plaza pública, afectan a miles y no resuelven el problema de fondo: Adaptación e innovación más rápida.
Las aplicaciones en móviles para el transporte urbano de personas es sólo la punta del iceberg.
Vienen unas y ya están aquí otras innovaciones que nos dejan desprovistos de reglas elementales, siquiera eso, para la convivencia mediante el pacto y convenio social.
Hay mucho por hacer, muchas brechas por reducir; claro que la pobreza debe ser resuelta pero también CTI en todos sus vértices.