
Inclusión social: gobierno humanista de Claudia Sheinbaum
Este año se efectúa el proceso electoral mas grande en la historia de México; es un evento de relevancia dada por el número de puesto de elección en contienda, hecho de valor para el electorado pues se decidirá el rumbo y futuro de México.
Nunca ese cliché había tenido tanta relevancia, pero lo es mas porque desde Palacio Nacional se le otorga suprema valía para concretar sus intenciones legislativas.
Tan así que Huey Tlatoani desvalora toda esencia de situación o exigencia cualquiera, sólo le otorga valor electorero dado que hay león y condición.
Para el residente de palacio todo análisis crítico, expresión social y necesidad de sectores grupúsculos o estratos sociales surgen de detractores a su concepto unipersonal de aquello que debe ser México; pero aun mas ya que, dado el poder electorero difundido en tendencias, los y las aspirantes a puestos de elección se alinean a él como el jefe supremo que se auto-proyecta.
Quizá pensará usted que me lee, pero esta columna está dedicada a políticas públicas en y desde la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI; es verdad, lo está, empero el tema del proceso electoral es muy relevante circunstancialmente.
Explico mi punto.
Existe un anteproyecto para una Ley General en CTI, uno que ha sido comentado ampliamente en esta columna y por muchos otros colegas que, con preocupación genuina y apartidista, lo hemos analizado y hemos expresado diferentes preocupaciones por las implicaciones a la CTI mexicana.
Quizá, sólo quizá y sería por prioridades del ejecutivo, el anteproyecto de ley general para CTI no salga desde Palacio Nacional, en la actual legislatura, a la cámara que lo tome para arrancar el proceso legislativo.
Una vez que suceda se dictaminará, votará, aprobará y promulgará tal y cómo sea aprobado por Huey Tlatoani, tal vez pocos cambios tan menores como ridículos.
Así ha sucedido en todo, pese a expresiones de expertos e interesados, en todas las propuestas normativas cuatroteistas; como ejemplo reciente la Ley de la Industria Eléctrica.
No cabe ingenuidad en esta columna, esa no es científica; si bien se deben privilegiar los intereses de México, anteponerse a cualquier otro interés, deben ser cuidados no destruidos, la normatividad reciente es autodestructiva.
¿La vigente Ley de Ciencia y Tecnología debe reformarse? Sí, una reforma para mejorar, no para empeorar.
Entonces, suponga usted que el citado anteproyecto no sale de Palacio Nacional para su promulgación en la legislatura actual, hay dos posibilidades
O bien,
Aquí se concatena la CTI y el proceso electoral.
Quien escribe esta columna no es político sino científico y ciudadano de México, así que sólo diré, como ciudadano mexicano, que la composición legislativa actual no da contrapeso a la voluntariosa actitud desde Palacio Nacional, que la división de poderes en nuestra república ha sido caricaturizada en el hecho.
La insensibilidad desde Palacio Nacional es absoluta que hasta apoya a candidatos a gubernaturas impresentables; “ya chole…” dijo hoy.
Entretanto, hoy aterrizó en Marte una sonda; México a la zaga por mucho.
No se sorprenda Usted si la tecnología que resulte sea tal que desde aquel planeta se empiecen a traer materiales para seguir enriqueciendo a los ya ricos, desconozco si me tocará verlo, pero no es ciencia ficción, sucederán servicios diversos, beneficio minero de materiales marcianos, telecomunicaciones interplanetarias, medioambientales allá y acá, etcétera.
Una nueva era mundial está cerca, pero México va hacia una política pública en CTI de cuarta calidad.