La verdadera 4T de Sheinbaum: populismo o modernización

A la memoria del columnista Manuel Buendía, asesinado hace 41 años y con expediente aún abierto.

Acostumbrada al manejo de referencias históricas de fácil registro y recuerdo, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo está a punto de definir su verdadera cuarta transformación: no la de la periodicidad arbitraria de Andrés Manuel López Obrador, sino el verdadero desafío posneoliberal entre los dos modelos en pugna, el populismo o la modernización.

El México moderno revolucionario-posrevolucionario ha registrado tres etapas importantes de modernización: la de la Constitución de 1917 al corporativismo del presidente Cárdenas, la economía mixta de Alemán a López Portillo y el neoliberalismo salinista 1994-2018, incluyendo el populismo neoliberal de López Obrador. Estas tres etapas buscaron la modernización de México que había dejado más o menos encaminado el modelo porfirista.

La verdadera Cuarta Transformación fue el regreso a la segunda por la restauración de la hegemonía del sistema/régimen/Estado/Constitución cardenista-priista, pero buscando más la cohesión interna del grupo gobernante y sus bases sociales que un inexistente proyecto nacional de desarrollo.

La presidenta Sheinbaum fue designada como abanderada de la 4T lopezobradorista, con una agenda prefigurada e inflexible que mal que bien ha hecho todos los esfuerzos por cumplirla, aunque sin los resultados esperados en el Palacio de Invierno de Palenque. Pero en estos días –si se exige un marco referencial preciso– se va a definir el rumbo del país en el escenario de dos modelos de 4T: el ya conocido lopezobradorista de restauración poscardenista y el de la modernización productiva –con reacomodos sociales y de clase– que representa el Plan México de la presidenta Sheinbaum. Y solo como un punto menor entre muchos mayores, tendrá que optar entre el viejo modelo paternalista social de la CNTE y su ideología educativa antineoliberal o la reorganización del proyecto educativo-tecnológico para un salto modernizador en lo productivo.

Y en medio, como invitado inesperado en el conflicto CNTE-Estado, la elección judicial del próximo domingo que va a pasar de un sistema de impartición de justicia priista a un sistema de impartición de justicia morenista, pues al final los dos son lo mismo: justicia política para un grupo, no legal para la sociedad. Y en este contexto se puede dar un adelanto: el nuevo sistema judicial que se votará el domingo será igualititito al viejo porque la estructura del derecho no se aplicará a los aliados sociales callejeros como la CNTE.

En este contexto se acomodan indicios –con elementos que tendrán que probarse de manera científica–: la CNTE aparece animada por todo el apoyo que le dio López Obrador en su campaña y su presidencia, todos los recursos que le regaló y toda la manga ancha para hacer con educación oaxaqueña lo que se le viniera en gana, en tanto que el equipo de la presidenta Sheinbaum verdaderamente pasa muchos esfuerzos para tratar de convencer a los maestros insurrectos de que su modelo educativo simplemente no tiene fondos para sostenerlo y que se requiere una reorganización total del profesorado para meterlo en los objetivos nuevos del desarrollo.

Desde el punto de vista teórico y propositivo, el Plan México representa la verdadera Cuarta Transformación en la industrialización mexicana, sobre todo porque la propuesta de desarrollo de López Obrador fue una especie de oso hormiguero o mezcla de diferentes animales: estatista, neoliberal, populista, caudillista, voluntarista y demás, planteando una engañosa modernización solo con proyectos que respondían a visiones personales del presidente de la República: el aeropuerto, el tren maya, dos bocas y la visión juarista-estadounidense del corredor transístmico.

El desafío de la modernización de la presidenta Sheinbaum es monumental porque implicará dar por terminado el proyecto populista doméstico y caribeño de López Obrador y exige refundar un nuevo acuerdo nacional entre el Estado, los empresarios y los trabajadores pero en modo de clases sociales productivas y dinámicas y no los empresarios y obreros como pequeñas piezas del caudillismo presidencialista, problema que impidió las tres anteriores modernizaciones porque priorizaron más el poder presidencial que el modelo productivo de desarrollo.

O Palacio Nacional da un golpe de timón en política económica y modelo de desarrollo y jubila el modelo eliascallista de Palenque o la economía seguirá igual o peor y el Plan México tendrá que pasar al archivo de los grandes proyectos que se firman para no cumplirse.

Allí está el verdadero dilema de la administración Sheinbaum que se acerca ya a su definición histórica.

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Política para dummies: la política manda.