
Sheinbaum no quiere generar desencuentro con Trump por “miedo a cárteles”
Si no fuera por el grave precedente de la violación flagrante y reiterada a la ley en la consulta de ratificación de mandato, no valdría la pena dedicarle tanto tiempo y discusión. El debate entre quienes se oponen al presidente López Obrador se centra en si hay que participar en una consulta fraudulenta, engañosa y de resultado previsto; para muchos votar es convalidar.
El tema despierta pasiones en el bando opositor al Presidente y hasta median insultos a los decididos a concurrir para expresar su negativa. Se les llama ingenuos, en el más amable de los calificativos. La réplica de éstos es que es la forma más civilizada e inteligente de expresar su rechazo a López Obrador. No falta quien suscriba el dogma democrático, hay que ir a votar y hacerlo en libertad, sobre todo ante el acarreo y la desbordada propaganda a favor de la continuidad. En el frente opositor, cada quien con su causa, cada cual con su razón y una mochila creciente de fundados agravios.
La revocación de mandato no sólo se ha tergiversado para volverla un ostensible ejercicio de ratificación al Presidente, promovido por él mismo, por los suyos en los estados y por su propio partido. El problema es que ellos diseñaron mal el cambio constitucional y determinaron candados en materia de publicidad y participación que restringen la promoción del voto, además de la resistencia de otorgarle al INE los recursos suficientes para instalar casillas en un número suficiente, afectando la concurrencia ciudadana a votar.