
Prevé Sheinbaum ley para frenar corrupción en aduanas
A partir de una mala lectura de las tesis geopolíticas imperiales del estratega Henry Kissinger, el presidente López Obrador diseñó un principio diplomático que aplicó de principio a fin y que le heredó a su sucesora: la política exterior es una buena política interior; pero en realidad, Kissinger se refería no a las políticas como tales sino a los intereses internos estadounidenses como dominantes en la geopolítica internacional.
En su viaje a Canadá para asistir a la reunión del poderoso Grupo de los 7 y sin la presencia estabilizadora de Rusia y China, la presidenta mexicana mostró que sigue dominada por la política interior: viajó en línea comercial que duplicó su tiempo en el aire y llegó tarde a la reunión y cuando ya Trump había abandonado el país. Y en su participación en una reunión con otros jefes de Estado, presentó como temas mundiales en un momento delicadísimo de la paz internacional los temas prioritarios para la agenda interna de México: bienestar social y migrantes mexicanos legales e ilegales involucrados en disturbios en Los Ángeles y confrontados de manera violenta con las autoridades.
La ausencia geopolítica del canciller Juan Ramón de la Fuente Ramírez se mostró cuando la presidenta participó en la foto oficial y el video mostró a una mandataria medio desorientada, casi autopresentándose con saludo de mano a los mandatarios que debieron haber sido informados de quién era ella por los funcionarios mexicanos de la cancillería y en medio de peces gordos de la diplomacia internacional.
Y los mensajes que quedaron de la asistencia mexicana tampoco son para tranquilizar: si bien el G7 fue organizado en Canadá por el gobierno canadiense que participa directamente en el mercado norteamericano del T-MEC, el ambiente en realidad cambio de enfoque geopolítico por la invitación también al presidente ucraniano Zelenski, lo que le dio a alguien a una reunión geopolítica un sesgo pro Estados Unidos, a favor de Israel en sus diferendos nucleares con Irán y desde luego contra las políticas exteriores muy activas antiestadounidenses de la Rusia de Putin y la China de Jinping. La lectura al final fue ver a México compartiendo una reunión de activismo pronorteamericano y anti Rusia, Irán y Palestina.
En términos muy sintéticos, la presencia de la presidenta mexicana en la cumbre del G7 el pasado inicio de semana estuvo más en el contexto geopolítico de los principios diplomáticos de subordinación mexicana a los intereses de Estados Unidos que fijó con claridad el presidente Carlos Salinas de Gortari cuando firmó el tratado comercial con la aquiescencia en segundo pensamiento de que México estaría sometido o subordinada a los intereses geopolíticos de la Casa Blanca.
El tono del discurso con la agenda particularmente en mexicana de políticas de bienestar y migrantes en conflicto en Estados Unidos solo mostró los perfiles de que México sigue careciendo de una verdadera política exterior beligerante porque los principios de soberanía interna fueron cedidos a Estados Unidos con la firma del tratado.
Y aún en los dos temas de agenda muy local mexicana, la presidenta Sheinbaum no presentó ninguna propuesta real de validez internacional. En el pasado, el presidente Echeverría encontró una fenomenal y sobresaliente propuesta de economía internacional con su Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados para llevar a valor geopolítico y diplomático las economías nacionales y la defensa de los recursos naturales y el presidente López Portillo presentó un Plan Mundial de Energía que se desprendió de la capacidad de producción petrolera que le representó a México nada más que ingresos petroleros pero que fueron despilfarrados por la corrupción.
En sus reuniones geopolíticas internacionales –las escasas a las que asistió–, el presidente López Obrador magnificó sus programas internos de sembrando vida y subsidios improductivos, pero al final de cuentas no lo hizo con la intención real de que otras naciones con otras lógicas las adoptaran para sus estrategias internas; más bien, con habilidad comunicacional, López Obrador capitalizaba internamente sus propuestas que solo medio encontraron escuchas –que no seguidores– en países subdesarrollados y dependientes de Centroamérica.
La falta de trabajo diplomático del equipo presidencial mexicano quedó muy clara cuando Estados Unidos y Canadá anunciaron —atropellando el T-MEC entre tres naciones– la búsqueda de un nuevo acuerdo solo entre ellos dos, excluyendo a México, y luego la información de que Trump había pactado un acuerdo comercial con Gran Bretaña todavía fuera de la Unión Europea y no con la Unión Europea. El equipo diplomático De México quedó reprobado en Canadá.
Ahora, la presidenta mexicana está a la espera de poder encontrarse físicamente con Trump en alguna otro evento internacional en el que el presidente de Estados Unidos tenga un huequito en su agenda.
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