Libros de ayer y hoy
Como si de cavar una tumba se tratara, ayer el PRI recibió otra palada de tierra, tras sufrir tremenda derrota en las elecciones del 1 de julio de 2018 y las primeras de este 2019, con la salida de José Narro Robles, justo en el proceso de renovación de su dirigencia nacional.
Narro no soportó que su militancia de cuatro décadas y servicio al partido, quedara borrado de un plumazo, con la grosera cargada que se nota desde hace tiempo a favor del gobernador de Campeche con licencia, Alejandro Moreno Cárdenas, Alito o Amlito (dada la bendición política que tiene del presidente Andrés Manuel López Obrador).
Para nadie es un secreto que los gobernadores empezaron a operar para que Moreno salga victorioso y en el caso potosino, el huérfano es el mandatario Juan Manuel Carreras López, quien había apostado por el doctor Narro.
Es cierto que el PRI volvió a caer en crisis, pero también lo es que todo mundo lo da por muerto y nomás no desaparece.
Difícil pensar que la salida de Narro signifique un cisma, pero sí manda una pésima señal a los electores que dejaron de creer por racimos en el tricolor por sus malas prácticas, las cuales el exsecretario de Salud volvió a dejar ayer en claro.
Al que se le ven muchas ganas de seguir como secretario de Seguridad Pública, es a Jaime Pineda Arteaga, quien ayer -en tiempo y forma- entregó el dossier de pruebas a su favor en el Congreso del Estado.
Como se sabe, diputados locales le abrieron un juicio político y, aunque no hay un plazo fatal para concluirlo, es mejor al mal paso darle prisa.
Arteaga, sin hacer ruido, juntó todas sus mejores estadísticas para demostrar que la seguridad en San Luis Potosí no es un mito, sino que está rodeada de pura grilla de sus malquerientes.
Y conste que tiene muchos.
Resulta que al alcalde de Valles, Adrián Esper Cárdenas, no lo conocían los policías estatales y cuando invadió la comandancia para reclamar los terrenos donde está asentada y que son de su propiedad, cortaron cartucho y le apuntaron con las armas.
La situación se puso algo tensa, pero luego todo se aclaró y quedó en la amenaza del desalojo de las instalaciones.
Lo bueno que a Esper le quedó una buena lección de tan amarga experiencia: salir más de Valles, porque si ni en su casa lo reconocen, en 2021 no la va a hacer.