Esquiroles de oposición, apoyan a Morena
Una paradoja cierne en la búsqueda y generación del conocimiento; incluso a la generación de éste.
Por un lado, la megared internet, y todas sus plataformas actuales tanto como las por venir, permiten compartir conocimiento a una tasa de estrépito. Por el otro, la cantidad de información provoca desgano y tercereo del saber y hacer.
Mientras que los exabytes generados y alimentados a las diferentes redes sociales proveen de cada vez más información; hay varios retos por resolver. No se trata sólo la falsedad en noticias –las fake news, término que se puso de moda hace alrededor de tres años y cacho- ni la confusión inducida por opiniones de bots, voluntaria o casualmente, sino del proceso de desinformación; debo confesar que no sé cuál de estas tres es más grave.
No es difícil charlar con milenials o centenials y que tengan alguna versión de “para que me lo aprendo si está en la red”. Y con buscadores hallan mucho de lo buscado.
Esa disfunción de aprender es de alto riesgo; es tercerear el aprendizaje. En parte de ahí la idea que milenials y centenials pertenecen a la generación zombie; a más del gusto por tales ficciones.
Hay quienes se cuestionan sobre este particular, argumentando un empobrecimiento intelectual (https://elpais.com/sociedad/2019/10/29/actualidad/1572364902_758721.html?ssm). Lo mismo se dice de la televisión y la generación X. Empero, las personas entre 45 y 65 años realizan análisis críticos y profundos.
La frase inmediata anterior me hace recordar la biografía de Luis Buñuel, titulada Mi Último Suspiro, que describe esas reflexiones de cómo el cine aceleraría la vida, a diferencia del teatro; fueron finales del siglo XIX y albores del siglo XX. No obstante, esa generación fue destacadísima en diferentes expresiones artísticas; como, por ejemplo, cine, pintura, letras.
El surrealismo, vivido en México desde las entrañas e interacciones más serias, cercanas y profundas, es una concepción filosófica del entorno que se formó como teoría en esa generación; la generación acelerada en su vida por el cine.
No es claro que sucederá en un horizonte de largo plazo, en magnitudes de vidas, la vida y la inteligencia siempre sorprende.
Si bien comparto que hay un riesgo al tercerear al conocimiento; es decir, dejar que otros lo trabajen, como la tierra. Precisamente al “terciar” la tierra, es frecuente que ésta empobrezca, pero también la pone a producir, ahí la paradoja.
Algo cierto es que, una vez más, la tecnología acelera el ritmo de la vida, así como ocurrió con el cine respecto del teatro; mismos que ahora coexisten.
La megared informativa ya lo es pero la IoT, con muchas maravillas, serán cosa cotidiana en breve.
El convenio social, y los mandatos a gobernantes que de ahí emerjan, debe adaptarse con alta rapidez de cambio. No se está logrando.
Luego entonces, ya que las interacciones humanas cambiarán -eso mismo ha sucedido con todas las revoluciones tecnológicas-, las normas deben servir para lo que han intentado por milenios, desde el Código de Hammurabi, o antes de éste, para regular la vida en sociedades de personas.
La condición humana seguirá, prevalecerá. De los conflictos interpersonales, algunos serán algunos similares y habrá nuevos.
Cualquier organismo de interés público, -por ejemplo, CONACYT- debe tener claro que en breve estaremos inmersos en esa flamante, por nueva y recientemente entrante, realidad.
O bien, organismos de destacados pensadores y científicos –como, el caso de El Colegio Nacional-, que debe dejársele trabajar ya que ahí tenemos una llanura para remansar la vertiginosa vida permeada de las TICs, el Big Data, la IA, la IoT, etcétera.
Para propiciar las condiciones reflexivas de lo que queremos ser y transformar, hay que saber y producir saberes. También hacer.
Entretanto, sigamos insistiendo que en la megared hay mucha información, cierta y falsa, que no debemos inventar el hilo negro sino partir de lo que hay para generar más saberes.
Resolvamos la paradoja y de ahí atenuemos el riesgo actual del conocimiento.