
Confirman cierre Nissan Civac este 2025; se va a Aguascalientes
Negociar con EU es desventajoso en extremo. Ellos, con todo el poder y un gobierno intransigente, propenso al abuso y decidido a todo. El país está en condiciones de extrema vulnerabilidad. Las prédicas patrioteras podrán mover a algunos o a muchos, pero de poco sirven para enfrentar la adversa realidad y las consecuencias de la dependencia extrema de México hacia el vecino. Además, el problema de la violencia y la complicidad implícita de autoridades tomó al país con los dedos en la puerta.
Prácticamente se juega sin fichas. Se pensó por algún momento que la seguridad hemisférica jugaría a favor de México. No fue así porque al gobierno de EU no le importa y resuelve a partir de decisiones de fuerza. Sucedió con la alianza atlántica y no existe razón para creer que les preocupe un vecino leal a lo largo del tiempo, sea Canadá o México. López Obrador utilizó la carta migratoria como medio para lograr concesiones importantes de las autoridades norteamericanas en la presidencia de Joe Biden; eso se agotó en el momento mismo que Trump regresó al poder. Hubiera sido temerario e irresponsable insistir en el mismo recurso.
Llegan los aranceles exorbitantes este primero de agosto. Entre interpretaciones encontradas, persiste la tranquilidad de que las exportaciones al amparo del TEC-MEC quedarán exentas de arancel. De cualquier manera, el acuerdo procederá el próximo año no tanto a revisión sino a renegociación, lo que plantea el peor de los escenarios porque el objetivo de EU es acabar con el déficit comercial, que se logra con la relocalización de la industria en territorio norteamericano.
El único recurso para imponer un poco de racionalidad es la presión de las empresas norteamericanas, que resultarían afectadas por un proceso de tal magnitud, además mover sus unidades productiva o cadenas de suministro llevaría tiempo. México carece del capital de Japón o de la Unión Europea que, en el acuerdo de los aranceles de 15%, ambos comprometen inversiones en EU de grandes proporciones. En el horizonte para México solo está la relocalización de plantas productivas, una utopía por los costos de producción en territorio norteamericano, que no tendría el impacto esperado en términos de empleo, pero sí afecta la competitividad y el incremento de precios al consumidor, tema altamente sensible y de impacto político previsible.
Sin embargo, los problemas mayores para México no están en el frente económico, sino en el frágil estado de derecho manifiesto en la violencia y la connivencia oficial con el crimen, así como en la seguridad fronteriza, particularmente lo que espera el gobierno norteamericano de las autoridades mexicanas. En comparación al gobierno de López Obrador, es mucho lo que ha hecho la presidenta Sheinbaum en materia de seguridad y para complacer al vecino, incluso se procedió al ominoso precedente de enviar detenidos y sentenciados mexicanos al margen del tratado de extradición, se ha hecho mucho y sólo a merecido un tímido reconocimiento y a veces hasta recriminación.
Van por mucho más, que significa una alerta mayor en términos de soberanía nacional, circunstancia que la presidenta Sheinbaum ha decidido enfrentarla aislada, con los suyos, sin convocar a una auténtica unidad nacional, quizás por lo que entraña en términos de compromiso con una postura incluyente. Trump libra una complicada batalla por su supervivencia política, donde por medio no sólo está su presidencia, también su libertad. Así los problemas que enfrenta, y de perder la mayoría en la Cámara de Representantes en noviembre del próximo año sus adversarios procederían a echarlo de la presidencia para que encare responsabilidad por delitos de diversa factura.
El gobierno de Trump estaría dispuesto a todo para modificar las coordenadas del consenso público en EU, que en estos meses ha dado un giro en su contra, incluso en el tema migratorio. Ante un Trump políticamente arrinconado México todo puede esperar. Más allá de los cálculos y juegos del poder, para México es una tragedia que los criminales que han ensangrentado al país sean liberados en el país vecino a cambio de información o de delaciones, sin razón alguna para concederles validez o veracidad.
Eso mismo se pretendió hacer en México con Emilio Lozoya o en el caso de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, en el que muchos criminales confesos fueron liberados. Además, desde la misma presidencia se validaron declaraciones de delincuentes en EU para condenar a Genaro García Luna, ex secretario de seguridad. México tiene fundadas razones históricas y recientes de agravio con EU, pero no tiene fichas con qué jugar.