
Los niños que fuimos
Antier, 14 de diciembre, supimos que se ha presentado ante la Cámara de Diputados un proyecto de ley para la creación del Sistema Nacional de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación del gobierno federal; iniciativa que no ha sido ni discutida ni consensuada con la comunidad científica y que tendremos muy poco tiempo para revisar previo a su aprobación.
Algunas iniciativas alternativas han sido presentadas; la mas reciente, en la cámara de diputados, en el actual periodo ordinario legislativo, para quedar todas en la congeladora.
Las iniciativas previas no se turnaron, que se haya sabido, a comisiones para su discusión ni opinión menos para una inclusión en agenda legislativa que permitiera suponer que sería presentada en el pleno de alguna cámara se fuere de origen, mucho menor en aquella que fuera revisora.
Pero la iniciativa de reforma presidencial ya ha sido turnada a las comisiones unidas de Educación y de Ciencia, Tecnología e Innovación, para dictamen y a las comisiones de Gobernación y Población, y de Presupuesto y Cuenta Pública para opinión; situación a la que nunca se reportó hubieran alcanzado las otras iniciativas.
Hay una clara inercia sobre las iniciativas presidenciales, la inercia es tal que, incluso, en palacio se amaga con veto si el texto se aprueba con cambio alguno, aunque fuera en favor de sus aliados, como en el caso de la reforma a leyes secundarias en materia electoral.
En virtud que la iniciativa en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, no implica reforma constitucional, este espacio prevé que el legislativo federal simplemente aprobará la iniciativa tal y cual ha sido enviada por Huey Tlatoani en el próximo periodo ordinario a iniciar en febrero, ahora se enfrascron en la prioridad electoral.
Así que seguramente se abrogará la Ley de Ciencia y Tecnología, la Ley Orgánica del CONACYT y se reformarán, por la conformidad palaciega y sumisa por el legislativo, la Ley de Entidades Paraestatales y la Ley de Planeación.
Con las ya trilladas, en tan sólo cuatro años, motivaciones de cambios normativos, relativos al impulso cuatroteísta, en comparsa verborragia de la aburridora denostación al neoliberalismo, aunque no sea ni verdad ni de claro entendimiento, la iniciativa de reforma de ley cita que las becas de posgrado se asignarán de forma directa al becario.
Ese acto, asignar las becas directamente al becario, se hace desde hace 5 o 6 decenios, en diferentes formatos, es la persona becada quien signa convenio con la burocracia de conocida como CONACYT; sin intermediarios para el convenio ni asignación ni ministración de la beca, sólo ha habido instrumentos institucionales.
Para la asignación ha sido requisito admisión e inscripción en un posgrado con perfil reconocido por algún programa de CONACYT mismo; para el convenio el instrumento formal signado por CONACYT y la persona becada y, para la ministración, la existencia de un mecanismo bancario como cuenta de ahorros, por ejemplo.
Palabras mas, palabras menos, con la reforma en materia de CTI se incluirán los mismos instrumentos e instancias institucionales; o ¿acaso pretende que el fallido Banco del Bienestar ministre las becas de posgrado como programa clientelar?
De ser así, que los becarios sean previsores a que una disfuncional institución bancaria tenga su ministración mensual –sin sucursales, ni cajeros ni funcionarios dispuestos a aclarar las situaciones de las cuentas-, a que les pidan apoyo so riesgo que les cancelen el apoyo del iluminado en palacio, o que sean las fuerzas armadas, ya que son quienes controlan esa institución bancaria, las que tomen decisiones administrativas sobre su recurso de manutención.
En las filas cuatroteístas dirán misa, consecuencia de la homilía mañanera, pero la subordinación del poder legislativo muestra que hasta la estructura republicana, que se basa en la división de los poderes públicos, ha sido destruida de facto.
AL MARGEN: Este espacio toma receso temporal, nos leemos en enero.