
¿Quién será el Papa 267?
Previo la cumbre trilateral de estos días, el presidente estadounidense inaugura una planta de vehículos eléctricos para transporte de personas; lució una fotografía en uno de alta gama.
Tal acto es significativo luego de la COP26, donde se dio una discusión respecto de la industrialización masiva de vehículos eléctricos y la norma sobre estos.
Además de los obvios elementos discursivos en torno al medioambiente, hay otras componentes menos directas; es pertinente reflexionar con detalle para evitar ingenuidad y torpeza.
Es ingenuo creer que la discusión sólo es motivada por la preocupación medioambiental; si bien es una genuina y cierta, también tiene tintes de estatus y posicionamiento en la economía global.
Algunos países han invertido por decenios, capital privado y público, en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, para el desarrollo de vehículos eléctricos y los procesos de manufactura de estos a fin de, entre otros efectos, dar continuidad a una hegemonía económica.
Quienes con oportunidad invirtieron en vehículos eléctricos, ahora están preparados para la producción masiva y penetración a mercados; desean clientes tanto para recuperar la inversión como posicionarse con utilidades de tal inversión, no es deleznable sino estratégico.
Una torpeza es haber perdido de vista, desde hace decenios, que la CTI en vehículos eléctricos, como en otras soluciones, era, y es, estratégica para posicionar al país propio en el mercado global; hecho que obviamente genera riqueza.
Insistir que tecnologías antiguas y superadas son suficientes para reducir la pobreza es ingenuo, si bien es un elemento conveniente no es sino, además de ingenuo, torpe cimentar toda la estrategia de combate a la pobreza en soluciones que la CTI desarrolló hace más de un siglo; peor aún para la sostenibilidad socio-económica de largo plazo si ello se combina con un gasto público dirigido a programas electorero-clientelares.
La controversia sobre vehículos eléctricos y su impacto medioambiental tiene aún componentes diversos en CTI.
Uno es relativo a la huella de carbono; ésta en muy alta aun para la fabricación de los vehículos eléctricos porque sus componentes dependen de elementos que se benefician y trasladan desde extremos lejanos en la Tierra, se transportan a otros lejanos para fabricación de componentes y circuitos, así luego a otros mas para ensamble y manufactura final.
La cadena de suministro de semiconductores para procesadores y componentes electrónicos de instrumentación y automatización, la manufactura especializada y mas, como la programación avanzada, pensemos en el caso de inteligencia artificial, ofrecen aun retos en CTI.
Otro, los automotores de combustión tienen componentes geográficos con menor impacto en la huella de carbono para su fabricación, de la cual la ubicación geopolítica, cuando se interpreta como costo, resulta en una ventaja competitiva de México, por ejemplo; algo similar sucederá cuando maduren los procesos en los vehículos eléctricos.
No omito que la huella de carbono de los vehículos eléctricos disminuye con su uso respecto de los automotores, por kilómetro recorrido y persona transportada, siempre que la fuente de alimentación eléctrica sea limpia; en caso contrario es marginal.
Así, para países, como México, con una capacidad instalada de generación y distribución de electricidad saturada y con estrecho margen de incremento, con apenas suficiente capacidad para satisfacer la demanda de energía actual, es un tiro en el pie incrementar la carga de las líneas de transmisión de electricidad sin aumentar la capacidad de generación e incrementar su eficiencia.
Es obvio que si incrementara el parque vehicular nacional con autos eléctricos la demanda de energía eléctrica aumentaría; no se confunda, no digo que no se deba hacer, sino que señalo que ese es un problema a resolver con CTI.
Es ingenuo y torpe ignorar a las soluciones novedosas y competitivas desde la CTI; ¿cuál de los tres amigos lleva agenda más estratégica?