Economía en sentido contrario: Banamex
Antes de que inicie la recolección de 240 mil firmas para la creación del partido México Libre, o Libre, los seguidores de Morena se han desbocado en improperios y amenazas contra su principal promotor, el ex presidente Felipe Calderón.
Lo odian, lo cual no es novedad en ellos. Pero, al parecer, también le temen.
Hasta el martes había 65 solicitudes de pre registro de partidos ante el INE, pero la turbamulta fanatizada persigue a uno solo: Libre.
Curioso. Le temen más al partido que promueve “la libertad, la democracia, la justicia, el estado de derecho y el desarrollo sustentable”, que al partido impulsado por la Iglesia la Luz del Mundo.
En redes sociales se orquestó una campaña para pedir al INE que se “cancele” el registro de ese nuevo partido.
Crearon un sitio ex profeso para recolectar firmas y darle fuerza a esa demanda. Llevaban, el martes, 234 mil firmas.
Todo un esfuerzo político y mediático para impedir que se registre un nuevo partido que podría enriquecer la vetusta baraja partidista del país.
Desconozco si Libre llegará a concretarse y, de hacerlo, tampoco sé si en alguna elección votaría por él.
El temperamento del ex presidente le impidió ir más lejos en su gobierno y lo más probable es que construya un partido excluyente.
Sin embargo el odio contra Libre, una plataforma de ideas que encabeza Felipe Calderón, obliga a reflexionar sobre la intolerancia de los seguidores del partido en el poder.
De los otros sesenta y cuatro partidos potenciales no dicen nada. Contra Libre, van con todo.
Adelante los vividores que aspiran a tener un partido para allegarse de recursos públicos únicamente.
Vengan las agrupaciones religiosas que quieren un país confesional.
Al diablo la secularización de los asuntos públicos, pero que no le den registro al “partido de Calderón”.
Resulta entendible que en el PAN hagan votos porque no se cristalice la formación de ese partido político, pues le quitaría votos y cargos en las elecciones intermedias.
Incluso se ha llegado a decir que Libre sería al PAN lo que Morena fue al PRD.
Está por verse, ya que a fin de cuentas todos tendrán que unirse en un gran frente cuando llegue el momento de las definiciones dentro de unos años.
Habrá, desde luego, “pleitos de familia” dentro esas corrientes políticas. Sin embargo el odio contra Felipe Calderón y el partido que impulsa con su esposa viene del flanco morenista.
Uno de esos fanáticos, Enrique Galván Ochoa, redactor de la Constitución Moral del nuevo gobierno, ha difundido en redes sociales una andanada de calumnias contra Calderón a fin de fomentar el odio contra el ex presidente.
¿No debería, el redactor de tamaño documento, poner el ejemplo de tolerancia y prudencia en el trato con los que piensan diferente a él y a sus jefes políticos?
Es pedir demasiado. Se trata de un talibán de la nueva religión oficial.
Le tienen odio a Calderón porque les ganó la presidencia en 2006 cuando la sentían en la bolsa.
No asimilan que eso ya pasó. Ya ganaron ellos ahora. Y siguen odiando. No quieren competencia política real, y menos a Calderón a la cabeza de una de esas opciones.
Esperemos que la animadversión que diseminan ese colaborador del gobierno y otros integrantes del partido Morena contra Felipe Calderón en redes sociales, no se exprese en acciones propias de los fanáticos y de los que desean hacerles favores.
Ya hemos visto que hay grupos que no dudarían en complacer -sin que se los pidan- de manera macabra al gobierno, a cambio de que no se metan con ellos ni que sean prioridad.
Resulta saludable criticar con fuerza, alertar riesgos, debatir y confrontar ideas y trayectorias.
Muy distinto, y peligroso, es pretender frenar, con odio y calumnias, que un opositor al gobierno haga un partido político.