
El uso del pasado
El proceso de evaluación para este año en el Sistema Nacional de Investigadores, SNI, del CONACYT es desastroso de origen.
Ya se ha perdido un año del programa, por la dilación en la publicación de la convocatoria y por el desorden en el proceso de evaluación; a lo anterior se suma a que este año, ya terminó septiembre y apenas están en el proceso de evaluación, faltarían, para cerrar el ciclo completo, (1) obtener los dictámenes por las comisiones evaluadoras, (2) su ratificación o rectificación por las autoridades de CONACYT, (3) firma de convenios por parte de quienes cuyas solicitudes fueron aprobadas, (4) solicitudes de reconsideración, (5) evaluaciones para las reconsideraciones, (6) dictámenes de la reconsideraciones, (7) aprobación y rectificación de reconsideración y, finalmente, (8) firma de convenios en los casos aprobados.
Para todo ello, al cierre de 2022, el programa estará al filo de perder dos años en este sexenio; así la ineficiencia e ineptitud de CONACYT ya que cada uno de los pasos enumerados arriba requiere de discusión y deliberación, lo cual demanda tiempo.
Alguna persona que lea esta contribución y no esté involucrada en el quehacer de la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, podrá pensar: ¿para qué tanta queja, de qué me sirve leer esto?
Me explico.
Partiré del hecho que la CTI, en todo país del mundo, aun mas los avanzados, es una política pública de cada estado; una que atiende los intereses de la población gobernada por quien debe establecer y ejecutar esa política pública.
De ahí que se plantean estrategias que resultan en ejercicio de participación porcentual del Producto Interno Bruto, PIB, en cada país en específico; en algunos llega a ser de varios puntos porcentuales, en México apenas alcanza una fracción de punto porcentual.
La participación porcentual del PIB para CTI, en aquellos países, se compone de inversión pública y capital privado, en México es casi únicamente recurso público.
Para lograr que el capital privado se ponga en riesgo como inversión en CTI se requiere un ecosistema científico y tecnológico; para construir un ecosistema de esta clase es imprescindible la inversión pública.
Con lo anterior se manifiesta la necesidad de impulsar, desde la inversión pública, un sistema en CTI que evolucione.
Ahí radica la importancia de los programas de CONACYT y que tengan una estructura eficiente, con ejecución apta y oportuna, así como recurso suficiente para lograr el impulso requerido; impulso que debe resultar en beneficios a la sociedad en todos sus sectores y estratos.
El SNI nace como un programa para retener profesionales de la CTI, ante la posible fuga de talentos, pero las condiciones salariales siguen sin ser competitivas respecto a nuestros países comercialmente aliados o competidores, el riesgo persiste.
Luego, entonces, el desastre en el SNI no sólo afecta a las personas profesionales de la CTI, con impacto directo en sus ingresos, sino que desprotege y desincentiva un programa de políticas públicas que afecta en mediano y largo plazo a la población en general por descuidar los intereses de nuestro país.
Piense usted en las vacunas anti-COVID, ¿México pudo desarrollar la propia? La respuesta es no, la llamada patria fue desarrollada en Estados Unidos y, acá, CONACYT, en comparsa dañina con Salud, ni siquiera pudo terminar las pruebas de fase 3 para validar la aplicación en población.
Ahora piense en el problema de agua; la CTI se ha usado en otros países para tales fines, desde predicción de tormentas, contención de flujos superficiales y vadosos hasta el tratamiento de aguas municipales e industriales para compensar efectos de contaminación ambiental.
Como esos ejemplos hay muchos mas, las políticas públicas en CTI son requeridas por los países para llevar bienestar a su población, como lo es obligación del Estado Mexicano; obligación incumple al destruir el SNI ya que la CTI se hace con personas dedicadas de tiempo completo, ahí la relevancia este programa.