Ironía
Hasta donde puedo entender, que no es mucho, los mexicanos votamos en 2018 por un cambio de gobierno. No recuerdo que la boleta electoral pusiera en algún lado que se votaba por un cambio de régimen.
Dicho lo anterior, pensar en ello me hizo recordar a dos grandes estadistas, de esos que adoran en Palacio Nacional. El primer de ellos ganó las elecciones también de manera democrática, y avasalló, hay que decirlo, porque nada sirve mejor a los sueños totalitarios que la misma democracia, imperfecta, débil y falible. Es una de las razones por las que se considera un trabajo inacabado, como la condena de Sísifo. Bien, luego de triunfar cambió la Constitución para adaptarla a sus planes que no podían ser sino los de Cerebro, es decir tratar de conquistar el mundo. Ese desvarío dejó entre 40 y 45 millones de muertos, según los optimistas, o cien, según los pesimistas, de acuerdo con Wikipedia.
El segundo no se tomó tantas molestias con la democracia, simplemente asaltó el poder mediante grandes manifestaciones que acabaron en la célebre Marcha sobre Roma, una manera elegante de llamarle a su golpe de Estado. Tras tomar el poder tomó el camino de la dictadura y luego organizó la guerra, de la mano de su amigo alemán. Mussolini también sintió que necesitaba su “espacio vital” que Hitler llamaba Levensraum.
Ambos, eso sí, fueron apoyados multitudinariamente por las masas porque al contrario de los que piensan que el pueblo no sólo es bueno sino también sabio, sería bueno que miraran lo que muchos de ellos han hecho, y siguen haciendo. Ambos estadistas eran inmensamente populares, incluso más que YSQ, y como él tampoco admitían oposición ni, mucho menos, crítica. Ambos soñaron con un reinado de mil años, y Hitler no se amedrentÓ en llamar a su proyecto el Tercer Reich, es decir el tercer reino, como acá la 4T, dijéramos, pues si algo iguala a los dictadores es que se sienten llamados a inaugurar su propio reino, la historia que comienza, siempre, cuando ellos llegan a poder, quién sabe por qué. Yo sólo lo hago notar. Recuerdo al comandante Chávez, que fundó su propia Revolución Bolivariana, eso sí no limitada a la Venezuela que, también, lo aclamaba, sino a todo el continente.
Una característica de esas masas de pueblo sabio, y bueno, es que son violentas, y suelen arremeter contra aquello mismo que las hizo posible, es decir un gobierno tolerante y el respeto, hasta donde ha sido posible, del Estado de Derecho. Quizás porque, como dicen los clásicos, la democracia se mide por el respeto hacia las minorías, y no al contrario.
Recordaba esto luego de escuchar las cada vez más reiterativas declaraciones de los héroes de la 4T, que intentan descalificar las críticas por el simple hecho de provenir de esas minorías, y sólo por el hecho de serlo. O los intentos, amenazantes todos ellos, de recurrir a la violencia para expulsar del zócalo de la ciudad de México a otra minoría, la que pide la renuncia de YSQ. Se puede estar en contra de sus demandas, pero lo que no se puede es coartarles su derecho de manifestarlo.
Me hace recordar al filósofo francés Voltaire, quien decía “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Eran otros tiempos, lo sé, pero se extraña, porque cuando un gobierno decide que es el dueño de la única verdad, entonces debemos preguntarnos si estamos frente a un líder religioso que se asume como el intérprete de la verdad divina, o ante un político que, como aquellos que cité al principio, puede llevarnos al desastre.