La estrecha ventana de la reforma judicial
“Dar vida es un milagro, un don inconmensurable; quitarla es un crimen atroz, sea en la forma que sea, nada lo puede justificar”.
Hay temas que duelen más que otros, al menos para mí, estos son en los que se involucran a inocentes, seres que no pueden hacer nada para defenderse, para hacerse escuchar, y es el aborto, desde mi perspectiva, uno de estos casos, que seguramente me hará merecedor de muchas críticas, pero que no sería congruente conmigo mismo si en este espacio de opinión no externo mi forma de pensar por temor a la represión, sea del tipo que sea.
Considero que, tal como muchas otras personas pueden opinar lo contrario a mí, todos tenemos el derecho de expresarnos, a favor o en contra del aborto, pero si no respetamos el punto de vista de los otros, por mucho que nos pueda molestar, nunca podrá haber diálogos, consensos o acuerdos.
La primera reflexión a la que me lleva la radicalización del tema del aborto es la incongruencia, que raya en lo ridículo, porque, por una parte, existe una ola imparable que busca avasallar a la opinión pública con su postura, pidiendo no sólo que se despenalice el aborto después de las doce semanas de gestación, sin tener ninguna justificación, sino que además esté dentro del catálogo de los servicios públicos de salud, es decir, que mientras un niño con cáncer no tiene derecho a una operación que le pueda salvar la vida, en contra parte sí se debe por Ley quitar una vida, pagada la intervención con presupuesto público.
Pero la incongruencia no queda ahí, porque al mismo tiempo que se pretende despenalizar el hecho de acabar con la vida de un inocente, se mantiene como delito la eutanasia, que para muchas personas que sufren de terribles dolores a consecuencia de enfermedades incurables, en la mayoría de las veces terminales, se les prohíbe tener una muerte digna.
Retomando el tema de las intervenciones abortivas legales y realizadas por parte de los servicios públicos de salud, existe el tema de la cláusula de conciencia que debería de garantizar que el personal médico se abstenga de participar en el homicida procedimiento, pero ahora lo que se busca es criminalizarlos si se niegan a acabar con una vida.
Algo digno de llamar la atención es como como muchas de las mujeres que marchan a favor de despenalizar el aborto después de las 12 semanas de gestación, ni siquiera saben en qué se basaron para determinar este periodo para permitir el feticidio. Según el ex rector de la UNAM, Jorge Carpizo, la razón por la que dentro de ese lapso el embrión no es un individuo biológico caracterizado, ni una persona, al no haber desarrollado la corteza cerebral, que es lo que, según él, distingue a la vida humana de la animal o vegetal.
Sin embargo, cabe recordar que, desde las cuatro semanas de gestación, el feto desarrolla sus pulmones, por lo que ya respira y, por lo tanto, se puede considerar un ser vivo. Y es que bajo esta reflexión de que mientras no sea un ser pensante su vida es desechable, nos quedaríamos sin una buena parte de la población mundial, de hacerse esto canon.
No voy a entrar en números y estadísticas que, más menos, se pueden utilizar a favor o en contra del aborto, según se requiera argumentar, más bien quiero cerrar recodando, a quienes exigen el aborto como un derecho de la mujer, que más de la mitad de vidas que son extintas con este procedimiento también iban a ser mujeres y que, finalmente, al menos mientras la sociedad consciente y pensante lo siga permitiendo, siempre serán más quienes estén a favor del aborto por dos sencillas razones: los fetos no marchan, ni tampoco votan.