Ironía
El ruido y la furia, título de la gran novela del Nobel William Faulkner, encaja más en lo que fue México en el año 2020, que la frase original del Macbeth de William Shahespere, El sonido y la furia. El genio de Avon se refiere a un ser con retraso mental, que reacciona con la suavidad del sonido para llegar al límite de la furia. Ruido, es lo que mejor queda, ruido abusivo y terrible el que hicieron los opositores, en un año difícil el 2020, no solo por la pandemia, sino por ese despliegue opositor injusto y torpe, en momentos en los que se necesitaba todo el apoyo y solidaridad, no importa de que sector. Desplegados, marchas, plantones en el Zócalo, verbas insultantes y despectivas, con amenazas que llegaron a fincar como fecha de renuncia del mandatario, el mes de diciembre. A ellos se sumaron una cauda de plumíferos, que ya sin recato insultan y lanzan epítetos fuertes contra el ejecutivo. La prudencia de un periodismo que debe nutrirse de verdades fundadas, el toque directo de los que ahora llaman como quieren al presidente de la República, se desparrama en esos dolidos. Son los que respingan cuando se les dicen sus verdades y se creen intocables porque los amamantó el poder; esconden un odio feroz que no alcanzan a destilar en sus adjetivos, porque para lo que son y sienten, no hay adjetivos. A muchos los conocemos.
El RUIDO Y LA FURIA. EL FIN DE LA ARISTOCRACIA SUREÑA EN ESTADOS UNIDOS
La primera edición de El ruido y la furia, novela escrita en 1929, lanzó el título que surge del soliloquio del acto 5, escena 5, del Macbeth de Shakesperare, El sonido y la furia. Faulkner lo aclara, pero sus traductores no lo tomaron en cuenta y en posteriores ediciones se corrigió el titulo. Es una novela, como muchas que escribió Faulkner, en torno al mítico Yoknapatawpha, lugar de ficción que tiene su sede real en Misisipí donde nació el gran escritor. Y éste lo sitúa en medio de dos grandes ríos uno de ellos llamado igual que el lugar mítico. Dicho sitio de ficción, es mucho más profundo que el de otros escritores que han usado esa ficción, por la forma como el Nobel llegó al fondo de la destrucción de los grandes poderosos que concentraban la riqueza en ese estado sureño, en una ciudad de novela cuya capital era Jefferson cuando en realidad en la vida real se trata de Lafayette. Esta novela es una más en las que aborda el tema de las familias Compson, Snopes, Sartoris y muchas más, con orígenes verdaderos y legendarios, A través de ellas, todas en declive y desbandada algunas por suicidio, por la bebida, la bancarrota o la frustración, va delineando en su obra, la caída de una clase, para avizorar la siguiente, igual de poderosa y agresiva, la del gran capital que ahora se expresa en el neoliberalismo.
FAULKNER, NOVELISTA QUE TEORIZÓ LAS CLASES SOCIALES CON EL FIN DEL FEUDAL
Con una minuciosa investigación de las familias sureñas que provenían desde fines del siglo XVII, Faulkner tomó como ejemplo su propia familia, aunque más adelante en la fecha, con su bisabuelo William Falkner, su verdadero apellido, nacido el 6 de julio de 1825. Era un coronel que fue escritor como su bisnieto y una de sus obras famosas The white rose de Menphis, llegó a tener 35 ediciones en 1881. Las novelas del Nobel delinean fechas, nombres, actos, propiedades, fortunas, poderíos. En el caso de la familia Compson de El ruido y la furia, que proviene de fines del siglo XIX, Faulkner se refiere a ellos como si los hubiera conocido, con etapas que se definen a través de los personajes. Por ello, el joven también con retraso, Benjy, (idiotas les decían tanto Shakespeare como Faulkner) es el arquetipo de la infancia en la mente de un joven de 33 años que tiene la edad mental de 3 años. Es él, el pasado, el tiempo detenido, en la misma medida en que Quentin, el hermano que se suicida, asume un tiempo más moderno sin dejar de arrastrar las rémoras del conservadurismo y la moral impuesta, para llegar a Jason el hermano mayor instalado ya en el convencionalismo del pequeño capital. Faulkner reivindica a la raza negra que era numerosa en esos entornos del sur, en la persona de la vieja criada Dilsey, la que sobrevive en la novela como un ser entero, solidario, que acoge y protege a Benjy, mientras la hija de los Compson, otra sobreviviente, vive ya hundida y desgastada, al lado de un nazi en el París de la guerra de 1914. En su libro biográfico William Faulkner, (Los libros de Mirasol, Buenos Aires 1968) el escritor Frederick J. Hoffman destaca el papel de la negra Dilsey como “una norma ética” que dejó Faulkner en su novela. Y hace una sucinta historia de él, después incluso de recibir el Nobel en 1950 y su muerte de un sorpresivo paro cardíaco el 6 de julio de 1962, el mismo día que nació su bisabuelo, el otro escritor de la familia. Tenía 65 años.