Jugando con México
De nueva cuenta el debate sobre la supuesta censura en redes sociales.
Aquí no sabemos si es una discusión alimentada de manera deliberada, si su motor es la ignorancia o de plano si asistimos a otro engaño para desviar la atención al crimen de Estado que ya cobrar la vida de 140 mil mexicanos.
Lo que, si sabemos, sin embargo, es que es falsa y mentirosa la hipótesis de López Obrador, de que se trata de un acto de censura orquestado por las redes sociales contra el aún presidente norteamericano.
Y es que vale recordar que el concepto de censura resulta de una acción propia de las instituciones del Estado, sobre todo de estados totalitarios y dictatoriales, que tienen una larga historia de ordenar la censura previa.
Es decir, se produce un acto de censura cuando un órgano estatal cancelar el derecho de opinar, sea de manera verbal, escrita, mímica, gráfica y hasta de gritar con el silencio, cuando se prohíben movilizaciones del silencio.
En el caso Trump, dos de las redes sociales más influyentes cancelaron sus cuentas –primero de forma temporal y luego definitiva–, no como un acto de censura sino como resultado del peligro social que significaba que Trump utilizó dichas plataformas sociales para incitar a la violencia y para promover un auténtico golpe de Estado a la democracia norteamericana.
Y no es censura porque esas plataformas digitales –Twitter y Facebook–, no son un territorio sin ley en donde todos pueden hacer todo, decir todo, insultar a todos, violar todas las reglas sociales –y las reglas de la propia red–, sin que existan consecuencias.
Y es que, le guste o no a muchos, faltar a la verdad, engañar, falsear la realidad, incitar a la violencia, promover el odio, difamar, calumniar, llamar a la sedición y proponer un golpe de Estado, como lo hizo Trump a través de las redes, no sólo implica violar las leyes de Estados Unidos y Mexico, sino que son faltas graves a las normas de Twitter y Facebook.
Y por esa razón, porque además de que Trump violentaba las leyes de su país y porque no cumplía las normas impuestas por las plataformas digitales, las llamadas “redes” decidieron cancelar las cuentas del aún presidente, igual que debieran cancelar las cuentas de otros mentirosos y promotores del odio, la violencia y el crimen, como Obrador.
Pero la pregunta central está en otro lado.
¿Por qué aparece y toma fuerza la “chabacana” idea de que Trump y otros propagandistas de la mentira, el engaño, el odio y la desinformación, son censurados? ¿Por qué tantos ciudadanos se creen ese cuento?
Aquí creemos que la razón principal para estimular la idea de supuesta “censura” de las redes sociales, es que una mayoría de ciudadanos creen o suponen que el término “red social” significa “propiedad social”, lo que traducen en impunidad, libertinaje y total ausencia de responsabilidad, de reglas y sanción a los excesos por lo que se dice y hace en tales redes.
Las redes no son un Estado que garantiza derechos y libertades; las redes son empresas, sometidas a las reglas del Estado, a las leyes del mercado y que, al mismo tiempo, tienen el derecho de limitar la libertad de expresión de aquellos que violan las reglas de las redes, las leyes del Estado y que atentan contra el derecho de terceros.
Las redes son sociales no porque la sociedad y/o porque cualquiera de sus afiliados pueda actuar como le plazca, sin reglas; son sociales porque son la más acabada expresión del mayor negocio neoliberal de toda la historia; la comunicación entre todos los grupos sociales.
Pero las redes sociales son empresas privadas, las más exitosas del neoliberalismo y, en tanto empresas, son negocios; el rentable negocio de la comunicación entre las personas, que se ajustan a las leyes del mercado, que se han dado sus propias reglas y que deben convivir en la sociedad, al amparo de las leyes del Estado.
Las redes son la extensión de ferrocarril, de las carreteras, del teléfono, del telégrafo, del telefax, del automóvil, del avión…. Pero no son un fusil en manos un poderoso presidente que las pretendió utilizar para mover odio, violencia, violación a la ley y para poner peligro la vida de las personas, por las ambicione personales de un loco de poder.
“¡Censura, horrible censura…!”, contra Trump y contra una locuaz señora Navidad, gritaron muchos usuarios de redes.
Les asusta a muchos, a pesar de que la mayoría de los usuarios de redes tienen en la función “bloquear” a una de sus opciones favoritas de redes.
Es decir, a miles, millones o decenas de millones de usuarios de redes les indigna que aquella empresa digital que entrega cuentas personalizadas y gratuitas de sus redes, decida cancelen las cuentas de quienes son un peligro para el mundo, como Trump.
También les enoja ser bloqueados por políticos, por la señora presidenta, por los propagandistas de López, porque los anteriores son servidores públicos que están obligados a escuchar nuestras mentadas de madre.
Pero eso sí, todos o casi todos somos fervientes censores que bloqueamos a todos aquellos que nos cuestionan, insultan, calumnian, difaman o que no piensan como nosotros. A todos los bloqueamos sin más.
En efecto, la red social es un espacio maravilloso para la comunicación global; es el mayor invento para socializar las ideas y el diálogo; para difundir información, para el ejercicio de los distintos géneros periodísticos, para la divulgación de ciencia, tecnología y arte; pero también es territorio de matones que calumnian, difaman, denigran, persiguen, amenazan de muerte; las redes también resultan un instrumento de propaganda mentirosa en manos de gobiernos como los de Trump y Obrador.
Sí, el uso de las redes es voluntario y cada quien sabe para qué estar en tal o cual red social, pero todos tenemos la obligación de respetar las reglas de la empresa digital de nuestra preferencia y de reconocer que los matones no sólo son inaceptables en las redes, sino en la sociedad toda, en donde deben ser perseguidos, enjuiciados y castigados.
Y castigar con el silencio en redes al que utiliza esa plataforma para cometer delitos, no se llama censura, sino simple respeto a las reglas establecidas y simple aplicación de la ley.
Al tiempo.