Ironía
El artículo 23.2 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos señala que para tener acceso en condiciones generales de igualdad a las funciones públicas del país, la ley puede restringir su ejercicio por razones de incapacidad mental.
A su vez, el Comité de los Derechos Humanos de la ONU, emitió la Observación General número 25, en la que señala que la incapacidad mental verificada puede ser motivo para negar a una persona el derecho a ocupar un cargo público.
Y es que el equilibrio (zona de eutimia) debe prevalecer en los hombres, más aún en aquellos que desempeñan la grave responsabilidad de dirigir a un país y que su toma de decisiones debe ser más serena y asertiva, sin que se vea afectada por ninguna irregularidad incapacitante del juicio del gobernante, que lo lleve a tomar decisiones nubladas o precipitadas que equivoquen el rumbo del país o le produzcan consecuencias dañinas.
La historia ha padecido gobernantes enfermos inmersos en el síndrome de hybris al que ya nos hemos referido en la primera parte de este artículo, pero que además padecen de alguna dolencia física visible o de una dolencia secreta invisible, como un trastorno de personalidad que afecta sus decisiones por la dolencia misma o por el tratamiento médico a que se encuentra sometido.
David Owen en el libro que se consulta, señala como trastorno más común la esquizofrenia que es la denominación general de un grupo de trastornos psiquiátricos que tiene en su núcleo perturbaciones del pensamiento y la conducta. En su obra, estudia un buen número de jefes políticos mundiales que ejercieron de manera brillante el poder no obstante sus afecciones de salud y otros que equivocaron el rumbo precisamente por esas afecciones y sus tratamientos médicos.
Por ejemplo Adolfo Hitler que a finales de 1941 ya presentaba todos los rasgos clave del síndrome de hybris, en esta etapa de su vida no padecía ninguna enfermedad reconocida. La ciencia médica señala que el exterminio no obedeció a ningún trastorno mental sino a un concepto personal y político de resentimiento que data del origen de su carrera, cuando la depresión mundial de 1929 que inició en Estados Unidos con la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York y que fue un golpe muy duro para Alemania, desde ahí Hitler ofreció para crecer toda una lista de reparaciones de guerra como motivo para iniciar su carrera, así como la República de Weimar, los especuladores financieros, la gran empresa, los judíos que manejaban Wall Street y había que demostrar en su delirio de grandeza su superioridad sobre ellos basada en ese cúmulo inagotable de resentimiento. Desde luego hybris estaba presente y asumió su personalidad psiquiátrica. Sus juicios, ideas y percepciones eran lo único que contaba.
Se habló también de una perversión sexual, que al respecto Erich Fromm concluyó que “lo más que se puede suponer, creo yo, es que sus deseos sexuales eran en buena medida voyeurísticos sádico-anales con el tipo inferior de mujeres y masoquistas con mujeres admiradas”. Esa teoría de la perversión sexual como explicación de su conducta fue descartada años después.
Otra fuente de especulación para explicar la personalidad y las decisiones de Hitler es su monorquidia (que tenía un solo testículo). Tenía prescrita una mezcla estrafalaria de grandes dosis de dexedrina, pervertina (una forma de anfetamina), cafeína, cocaína, píldoras antigas que contenían pequeñas dosis del veneno estricnina y de atropina.
Padecía hipocondría e insomnio y poco a poco desarrolló Parkinson en la mano izquierda y titubeo al hablar (1943) y en 1944 un temblor en la pierna izquierda.
La explosión de la bomba en su cuartel de la Guarida del Lobo (1944) le rompió los tímpanos y perturbó su sentido de equilibrio, se volvió paranoico; empezó a usar cocaína de manera habitual, aplicaciones frecuentes en las fosas nasales, como inhalaciones dos veces al día lo que exacerbó sus pautas de conducta, marcadas por la irritabilidad y la toma de decisiones impulsivas.
Nikita Khrushchev, el destacado jefe político que manejó el destino de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), tenía un diagnóstico de bipolaridad pero sin rasgos maniacos, sino únicamente de hipomanía, caracterizados por episodios eufóricos llenos de energía, ingenioso, muy sociable, pero con caídas a la depresión graves; su esposa Nina lo describía de esta manera: “Está o del todo arriba o del todo abajo”, tomó decisiones equivocadas cuando el conflicto de los misiles, lo que desencadenó también otra serie de decisiones en su trastorno depresivo que lo llevaron a su caída.
Unos casos destacados de jefes de Estado que superaron su trastorno de depresión fueron Abraham Lincoln y Winston Churchill, quienes a pesar de su afección nunca les afectó su brillantez en el ejercicio del poder, su buen juicio y sus decisiones acertadas. Ninguno de ellos tuvo episodios de manía, sólo de depresión, de ahí lo destacable.
Lincoln es un caso muy interesante de cómo se pueden forjar las cualidades de un dirigente a través de su depresión. Pocos jefes de Estado han soportado esa afección durante un período más largo que Lincoln y se han dejado doblegar por ella.
Churchill durante toda su vida padeció crisis de depresión grave que superaba escribiendo y pintando; esas depresiones nunca afectaron su toma de decisiones, ahí está en la historia la brillantez de su ejercicio político, de su ejercicio en climas tan delicados como la Segunda Guerra Mundial donde salvó en muchas ocasiones con su liderato a los aliados, su oficio político era incontrovertible y es de hacerse notar que fue nombrado primer ministro a los 65 años de edad que es la misma edad del presidente mexicano… bueno, pero Churchill era Churchill y no nuestra aproximación presidencial.
Hay otro punto al que esta columna se refirió en la primera parte, que es la soberbia de los gobernantes. Cualquier aproximación presidencial en torno a este defecto moral está a juicio del lector.
El sentirse superiores que los demás, derivado de su exceso de confianza y de poder, que lleva al gobernante a interpretar equivocadamente, la realidad que lo rodea, indiscutiblemente lo coloca en el plano de cometer errores y muchas equivocaciones, pero lo peor del caso es que no las reconoce precisamente por la soberbia.
Al observar a los dirigentes políticos, lo que interesa es la hybris como descripción de un tipo de pérdida de capacidad. Este modelo resulta muy familiar en las carreras de los líderes políticos cuyo éxito (haber ganado la elección con tal número de votos) les hace sentirse seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra de lo que creen, o en ocasiones de toda clase de consejos y empiezan a actuar de un modo que parece desafiar a la realidad misma. La consecuencia es habitualmente el fracaso.
En la próxima columna trataremos la aproximación presidencial respecto de enfermedades que alteran el juicio de las personas y que se consideran impedimentos para tener un puesto de responsabilidad como dirigir un país, enfermedades como la bipolaridad; esquizofrenia; adicciones; trastorno obsesivo compulsivo; trastorno delirante o los trastornos graves de la personalidad como son el tipo esquizoide, esquizotípico, paranoia, psicopático, histriónico, narcisista, limítrofe, evitativo o fóbico y el trastorno dependiente, respecto de los cuales el lector se formará su opinión independiente de la del columnista.
El apoyo psiquiátrico para la columna siguiente fue necesaria, porque no tengo esa especialidad, más sin embargo, me parece que existen rasgos de algunas de estas enfermedades en la personalidad presidencial, consideración que hago a partir de ciertos comportamientos –sus alocuciones en las conferencias mañaneras– y a partir también de ciertas decisiones que a mi juicio personal obedecen a una alteración u obnubilación del juicio.
(Continuará)