Ironía
Si fuera del territorio nacional muere un mexicano víctima de un evento trágico o violento, sin duda que es noticia en México.
Incluso, en no pocas ocasiones, los familiares de ese mexicano muerto allende fronteras, reciben toda la solidaridad del Estado y hasta los apoyos económicos necesarios para el traslado del cuerpo a su lugar de origen.
Sin embargo, si un mexicano muere en México, sea a causa de un evento trágico o violento, su muerte no es noticia y, para las autoridades de los tres órdenes de gobierno –municipal, estatal y, sobre todo federal–, lo único que importa es que sea considerado como una estadística, un numero más.
Y es que resulta de tal magnitud la incidencia delictiva y es tan elevado el nivel de la violencia que, incluso, la sociedad mexicana ya incorporó a sus códigos habituales la información del terror delictivo, lo que se traduce en una severa atrofia de las capacidades de asombro, indignación y reacción ante la violencia criminal.
Por eso no es exagerado decir que en el gobierno de López Obrador “la muerte tiene permiso” y que “ese permiso” fue otorgado por los seguidores de AMLO, quienes insisten en apoyar a un gobierno que, en los primeros ocho meses, resultó un fracaso total en materia de seguridad y contención de la violencia.
Y es que sólo de esa manera se explica el apoyo incondicional de un amplio sector social al gobierno de López Obrador, a pesar de que ser trata del arranque más violento de la historia y a pesar de que no existe un solo indicio de que funcionarán las nuevas políticas públicas contra la violencia y que no se cumple una promesas fundamentales del hoy presidente; la de acabar con la violencia y los elevados niveles de muerte.
Y es que hoy, 9 de agosto de 2019, se cumplen 252 días de que llegó al poder el presidente Obrador y, según conteos como el del diario digital Contrapeso Ciudadano, se han reportado casi 24 mil muertes violentas, en poco más de ocho meses de gestión.
¿Qué significan las cifras de terror arriba citadas? ¿Tenemos un gobierno en donde la muerte tiene permiso?
Lo cierto es que en México vivimos un fenómeno casi idéntico al de una guerra convencional, con la diferencia de que el objetivo de la guerra en México no es una revuelta contra el Estado y menos para deponer a un gobierno legalmente constituido.
No, en realidad la guerra que se libra en México es una pelea entre bandas criminales que disputan los territorios y las rentas de todas las formas del crimen organizado; control del mercado de drogas, cobro de piso, tráfico, de personas, secuestro, robo de autos, extorción…
Pero si aún dudan que vivimos condiciones similares a las de una guerra convencional, basta recordar que el promedio de muertes violentas –el número de bajas–, es de casi cien al día, mientras que todos los días crecen el número de personas que participan en las actividades violentas –los llamados ejércitos del crimen–, y también todos los días se eleva el tamaño y el potencial del armamento que utilizan las bandas criminales.
No es todo. Ante el aumento del crimen y la violencia, poco o nadas han dicho las autoridades municipales, estatales y federales sobre la mutación y el escalamiento de las formas clásicas del terror.
Es decir, que en el nuevo gobierno –el de López Obrador–, los grupos criminales han mostrado armamento aún más sofisticados, al tiempo que dejan ver que cada vez es menor el respeto a la autoridad, sea municipal, estatal o federal.
Incluso, algunos de los más poderosos grupos criminales se dan el lujo de “mandarle decir al presidente” que llegaron a tal o cual plaza y que “van a limpiar” y que “no van contra el gobierno” y que “van a colaborar para acabar con las lacras” tales.
Y tres ejemplos muestran el tamaño de la creciente impunidad y de la pérdida del miedo a la autoridad.
El doble crimen de la Plaza Artz, que se llevó a cabo con una bien diseñada planeación y “en las narices” de la policía que se tragó el señuelo de una balacera; el robo a la Casa de Moneda, en pleno Paseo de la Reforma y al medio día y, apenas en las últimas horas, un verdadero exterminio entre bandas criminales, en Michoacán –con saldo de 19 muertos–, y en donde el signo distintivo fue el terror extremo.
Si, en el gobierno de AMLO la muerte tiene permiso y parece que a nadie le importa que también puede morir la democracia.
Al tiempo.